15.2.10

Vivir sin cine




Tal vez lo único bueno que tiene padecer Alzheimer es que puedes ver Cantando bajo la lluvia todas las veces que quieras. Lo ha dicho un hijo de Antonio Mercero hace unos minutos, en la gala de los Goya, cuando ha recibido la estatuilla honorífica que su padre no puede recoger, por sufrir esa enfermedad terrible. Y es verdad que uno asiste a estas ceremonias con un punto de distancia, pendiente de que la Academia (un ente, han dicho hoy, con todo lo nefasto que tienen los entes) refrende con honores y salvas las películas que ha visto, pero de pronto se siente sacudido por esa verdad inconmovible, con la certeza de que vivimos siempre en el territorio del asombro anestesiado, de que nos perdemos la felicidad de descubrir las cosas por primera vez cuando las abordamos a diario y las convertimos en hábito. Sólo es nuestro lo que perdimos, escribió Borges. Vicente Aleixandre, qué gran poeta, manuscribió (en cama, ya saben) que todo lo que está lo suficientemente visto, no asombra. Hoy Mercero les puede llevar la contraria. Ojalá sin Alzheimer, sanos adentro, en esa memoria formidable que nos hace estar vivos y pensar el tiempo y amarlo, podamos ver cine y leer libros y escuchar discos con tacto novicio. Ojalá en la vida las cosas, a voluntad, a capricho de vividor, puedan gobernarse de esa forma tan lúdica.

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3 comentarios:

Ramón Besonías dijo...

Mercero no nos habla tan sólo de su enfermedad, no sólo de una peícula. Su triste ironía está en la esencia misma del arte cinematográfico, del arte en general. Por un lado, es un objeto, un producto, una materia deleble, comprable y transferible. Pero más allá de ello, posee una metafísica. Es una experiencia deconstruible en cada visionado. No es la misma vista el cinco de abril que el uno de mayo, en el salón de tu casa que entre colegas, en la soledad de la noche que a plena luz del día... No soy yo el mismo hoy que ayer, ni mañana.

Pese al intento de las mayors de hacernos creer que el cine es una experiencia de posee tan sólo un presente y que toda película que tiene más de unos meses es ya carne de clásico o espacio de videoclub, cada película nos espera siempre, en el primer momento y después, y siempre dice algo nuevo.

Sólo hay que acercarse y mirar atento.

Emilio Calvo de Mora dijo...

Que tenga una metafísica, que exhiba un comportamiento ajeno a la caja registradora y se deje reformular en cada ocasión en la que el usuario lo aborda. El arte es eso que cuentas: Mercero ofrece una metafora, muy a su pesar, del objeto mismo del proceso artístico. Se crea y se destruye a cada instante el placer que procura el arte mismo. No veo dos veces la misma película, es cierto. No leo un verso dos veces y en ambas me cuentan los mismos sentidos. No somos iguales. Como el río de Heráclito que nombra Borges. Eso de las majors es el envés financiero, necesario, en cierto sentido, en muchos sentidos. Lo demás es nuestro.

Alex dijo...

Fue el momento de la noche. Un Mercero sin memoria recibiéndo una figura cabezona sin saber el motivo. Y la frase, preciosa, de su hijo. Algo bueno tenía que haber en el infierno, digo yo.

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