A la felicidad se la confina a veces en habitaciones cerradas, en discos duros, en libros, en la nostalgia, que es una memoria sublimada, en la certidumbre de que cualquier tiempo pasado fue necesariamente mejor que éste tan problemático y febril, que diría el tango. Conviene recluir la felicidad en lugares frescos, en la sombra fabricada o en la sombra natural que da un aire acondicionado o un patio reservado, en donde transita el aire y trae noticias de que el mundo no es tan malo como cuentan en la CNN. En Córdoba, el verano es una cruz que algunos sobrellevan y otros no. Yo he tenido épocas en las que he pasado del sol y él, a la vista de que no ganaba la partida abierta, pasaba de mí. Ese combate no dejó rastro. Recuerdo veranos eternos en los que la hora de la siesta era una tortura si no eras capaz de cerrar los ojos y perderte en el limbo perfecto del sueño. Todavía hoy disfruto pensando en que estoy venciendo alguna especie de batalla cuando de pronto me duermo, después del almuerzo, y despierto más tarde con una idea fija e insobornable en la mente: he franqueado las horas terribles del día. Me habló hace unos días un buen amigo sobre la posibilidad de visitarme y de visitar, de camino, Córdoba, ciudad que sé que aprecia a pesar del escaso tiempo que la disfrutó en su primera estancia. Creo que fui tajante: no vengas, no te atreves, déjalo. Vendrá más adelante, no me cabe duda. El turista está hecho de otro material y está bien que no caiga en estos exabruptos de cordobés quejica: que venga, que visite la Mezquita, la Judería, que entre en los bares y se siente en las terrazas, que consuma y deje en caja el peaje de su atrevimiento. Pero la realidad dicta otra trama: el verano exhibe su vigorosa musculatura de animal enjaulado al que de pronto, en un descuido, se le ha dejado salir de su recinto. Está hablando el ciudadano experto, el que lleva una vida entera (o casi) capeando los rigores de la canícula, buscando refugios, aceptando que el cerebro trabaja a menos revoluciones y que la voluntad no se gobierna como solemos. De ahí la pereza, la bendita pereza del verano en el sur, esa falta de brío que algunos malinterpretan y usan después para formar arquetipos y vender temperamentos, formas de vida. Es el calor, es el verano, es la maquinaria infame del sudor quemando la piel. Y hoy, en mi pueblo, arde la calle, despeja a los intrusos y ni siquiera los nativos, los que conocen el percal, salen a comprobar los efectos de esa combustión predecible. Se esconden, se dan una tregua a pie de aire acondicionado o a resguardo, en un patio andaluz, bajo una parra, cerca de un botijo o de una lata de cerveza fría hasta el desmayo. En ese escenario volar entonces la imaginación, cerrar los ojos, dejarse conducir al invierno. Nunca se está contento con nada. Díganme que exagero. Ni siquiera esta pequeña columna personal está al gusto de quien escribe.
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7 comentarios:
Siguiendo tus consejos, hemos pensado que mediado septiembre será una buena fecha para visitarte sin que Córdoba nos funda contra las aceras. Todo depende de la conyuntura, Emilio.
Como rememoras en tu escrito, me vienen a la memoria montones de tardes de verano de cuando era niño y adolescente. Y todas eran siempre iguales, y sin embargo, las recuerdo tan diferentes.
Ahí será, Álex. Ya hablamos antes. No habrá fundimiento aceril... Jeje.
Las tardes de verano en Córdoba, si no están bien diseñadas, pueden ser letales. Lstárgicas. Lisérgicas. En fin... Aquí, en Lucena, tres cuartos de lo mismo, aunque de noche, bendita la luna, todo se deja llevar por otros aires...
Paisano no sabes lo de acuerdo eque estoy contigo. No se puede vivir o se vive mal en Cordoba en verano, pero hay que tirar hasta que llegar el otoño. En cuanto empiece el fresquito ser´´a fresquito a tope y entonces pesnaremos en el verano y en lo bueno que fue. Adi´´os....
Vaya texto se ha currado usted!! Pues yo sólo he estado una vez en Córdoba y tengo muy buen recuerdo de ella, lo que pasa que fue en Semana Santa y sólo estuve un día. Le doy mi enhorabuena por su buena literatura. Un saludo!
El calor, primerhombre, no quita que uno disfrute Cordoba. De hecho se disfruta, con calor incluido, pero es que en Cordoba se pasa un calor tremendo, de verdad, en julio, en agosto, y de ahi mi calentura prosistica. No pongo tildes porque tengo el teclado ebrio de algo. Ya averiguare. Gracias por entrar.
Si con las neuronas dormidas escribes de esta manera tenemos que ver como escribes con las neurones puestas en ON. El OFF ha salido OK. Y sigue el verano, Emilio, sigue todavia.
RAfa
Neuronas, en verano, se tienen siempre menos, y el que lee, Rafa, también es menos exigente y todo le parece bien o mejor. Gracias, anyway... Nos vemos
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