23.1.08

Heath Ledger


Produce ya hartazgo esta resaca emocional de ver cómo el talento y el futuro desaguan su esplendor por el camino de las drogas. De alguna forma oprime la sensación de orfandad que produce contemplar en las noticias la muerte de un músico que nos gusta o de un actor al que asociábamos indefectiblemente con alguna película grata en la memoria o con veinte de golpe. Carezco de la sensibilidad suficiente como para que me conmueva la muerte de un tipo al que no había visto en la vida y que únicamente convive conmigo en los títulos de crédito de las pantalla y en escenas sueltas de firme recuerdo en el cajón de mis vicios. El cine es uno de esos vicios domesticables, escasamente dañinos si no abandonamos la vida real por la vida inventada en los fotogramas. Imagino que los astros de la industria del cine tienen existencias rutinarias, grises, compactadas y lánguidas y envidian, en el fondo, la vida fabulada que los guionistas les regalan a mayor gloria de su cuenta de ahorros y ese mullido colchón llamado fama.
La muerte prematura del actor australiano Heath Ledger incumbe al ámbito privado de quienes le amaban, supongo. El resto es parte de la maquinaria de la propaganda. Interesa levantar mitos y ejercer de voyeurs cuando la muerte nos los arrebata. Ambos actos fijan un patrón mitológico idéntico. Tanto importa una cosa como la otra, su vigencia o su abandono. Lo que el público, al final, tendrá será una ración contundente de morbo, el morbo que a muchos les hace más transitable su mediocre vida, alimentada por lo que le sucede a los demás, nunca a ellos. Es el motor que mueve los programas del corazón y que arrasa en todas las programaciones del mundo.
Los panegíricos extraen lo mejor de la prosa. Esto lo escribió alguien y me ha venido a la memoria cuando pensé en escribir algo sobre Ledger. Incluso cuando el finado sea un dictador camboyano o un tirano de las Antillas al que lleváramos años esperando ponerle texto en una servilleta de un bar o en un blog. Los obituarios en la prensa ocupan cada día rincones más grandes. Hay un personal destinado a hurgar en la historia del muerto y sacar lo bueno y lo malo, lo frívolo y lo sensible. Salvo escenas sueltas en algunas películas, mi relación con Ledger no ha sido especialmente abundante. Tal vez era demasiado joven. Destino de caballero parecía encumbrarlo en el modelo de niño bonito de carpeta de adolescente, pero El patriota o, sobre todo, la premonitoria Candy (una historia salvaje y crudísima sobre el infierno de las adicciones) hizo que se viera, debajo de la pinta glamourosa, un actor. Se le vio después (nominación a los Óscars incluída) en Brokeback Mountain. Nos deja un inquietante Joker para el próximo Batman .
Ahora parece que el rumor del suicidio crece en las apuestas. El amor, parece, la causa. Será que al final era en efecto un caballero y éste su cabrón destino.

10 comentarios:

Mycroft dijo...

Love will tear us apart en definitiva.

Anónimo dijo...

El vocalista de Inxs también sufrió parecidos males, no ?

Anónimo dijo...

Y la película de Terry Gilliam, no la olvides. Para mí fue la primera vez que demostró algo Ledger. En "Brokeback Mountain" se salió. Encontró un papel a su medida y lo exprimió. Emocionante.

Tampoco yo tengo facilidad para llorar por desconocidos. Lo he hecho un par de veces, siempre en privado, por dos actrices asociadas (de modo más fantasioso que real) a mi vida. Lo habitual es que una muerte te impacte y luego a otra cosa. Así ocurrirá de nuevo esta vez. Ahora todos hablan de él, mañana será de otro. Como aquella escena final de los créditos de "Lou Grant", en la que colocaban el papel del periódico en una jaula para que el canario cagase a gusto. El trabajo, como la energía, no desaparece, se transforma.

Cuídeseme.

Anónimo dijo...

Tengo muy a mano en mi memoria al gran Cebri. Nada de Hollywood, ni glamouroso, pero qué personaje. Le echo en falta. Y no lo conocía, ya ves. Tú también, seguro.

nonasushi dijo...

Simplemente me jode que un actor se muera. Si lo hace joven me jode mas. Me da igual porque y como. Simplemente me jode.
Una verdadera pena.
Saludos

Anónimo dijo...

morir siempre es innecesario, así de tajante, nonasushi...

Anónimo dijo...

Yo lloré (y no poco) cuando murió el Cebri. No lo pude evitar, las lágrimas salían por sí solas los días posteriores a su marcha. Le recuerdo, creo que le recordaré siempre. Él no era un desconocido. Era el amigo al que nunca ves pero puedes sentir.

Anónimo dijo...

No es cosa de ponernos sentimentales, pero es cierto que ha sido tal vez la única muerte ajena a quienes conozco que me ha conmovido lo suficiente como para sentirla cercana. La radio tiene esas cosas. Es un mundo fascinante y los buenos comunicadores, los que de verdad ennoblecen la profesión y crean vínculos emocionales con sus oyentes, perduran, aunque no estén. El tópico deja de serlo. Yo creo que La rosa crece como programa y las ces restantes tributan todos los fines de semanas su particular homenaje al amigo ido. Calleja, Cardeñosa y Canales son tipos cojonudos y consiguen que de vez en cuando uno crea que el maestro dejó escrito el guión de los siguientes 350 programas. Por lo menos.

Anónimo dijo...

Siempre me acuerdo de eso del cadaver perfecto, vive rapido, muere joven y deja un cadaver perefecto.....
Es una pena, de todas formas.
Va a haber un morbo enorme con el estreno en verano de the dark night.
Verás como le sacan tajada en Jolibú.
Los buitres ya estarán firmando contratos....

Anónimo dijo...

El camino de la experiencia lleva al palacio de la sabiduría. Algo así era. Recuerdo la frase como un adagio chino o japonés. El caso es que te mueres joven, hermoso y dejas el cadáver perfecto para la mitología. Le sacan ya tajada en todos lados, Julio. Estoy viendo incluso en las estanterías de algunos centros comerciales montones de discos de brokeback mountain, por si el personal pica y tira de mito. Somos incorregibles. Todos.

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