Fotografía: William Eugene Smith
El paisaje es el que uno se inventa. Lo transforma a capricho, lo convierte en lo que desea ver. Días que parecen de verano cuando los inventa el frío. Días en que la oscuridad pugna torpemente por desangelar el camino. Uno funda a diario el mundo. Nosotros, a falta de un dios verdadero, somos el único dios disponible. De ahí el amor al tren y a su rectitud sin flaqueza. Una vez cogí uno en el que entendí cosas que no alcancé en otro lugar. Como si el tren perteneciera al relato del mundo y hablara y contara lo que ha ido aprendiendo. Sólo hace falta mirar el paisaje. Sólo desear perderse en el horizonte que ofrece.
3 comentarios:
El tren, como el río, es uno de mis paradigmas. Tú lo sabes. Un río mecánico y existencial. Encrucijadas y cambio de agujas. También el cine los ama. Si Jorge Manrique los hubiera conocido, habría escrito: Nuestras vidas son los trenes..
Nunca he sabido explicar lo que tú has explicado, esa fascinación casi enfermiza que siento por el tren, las estaciones, los andenes. Un abrazo
Ya lo he dicho en mi espacio alguna vez, yo quisiera escribir siempre historias que suecedan en trenes, andenes.
Preciosas líneas te han salido.
Un abrazo.
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