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Las realidades improbables son las más disfrutables, pero siempre tiene que haber una brizna de verosimilitud. Se trata de que la cosa impostada, la que se impone a lo real, no malogre la posibilidad de que la trama se desbarate al deslizar un elemento fantástico, un recurso narrativo que luego sea incómodo y sobre el que penda toda el equilibrio de la mentira. Porque siempre andamos mintiendo. Incluso cuando decimos la verdad, en el momento en que relatamos prolijamente lo que pasó, sin el concurso de la ficción, estamos incurriendo en una falsedad o estamos manipulando lo que sabemos, tal vez inconscientemente, pero al final lo que cuenta es lo que se lee o lo que se cuenta, de modo que no hay manera de que algo sea escrito o sea contado, siempre está ahí la invención, contaminándolo todo. Por eso las realidades probables, las que podemos reconocer inmediatamente, por familiares, por íntimas incluso, no son las que más convienen. Hace falta mentir.
Las realidades improbables son las más disfrutables, pero siempre tiene que haber una brizna de verosimilitud. Se trata de que la cosa impostada, la que se impone a lo real, no malogre la posibilidad de que la trama se desbarate al deslizar un elemento fantástico, un recurso narrativo que luego sea incómodo y sobre el que penda toda el equilibrio de la mentira. Porque siempre andamos mintiendo. Incluso cuando decimos la verdad, en el momento en que relatamos prolijamente lo que pasó, sin el concurso de la ficción, estamos incurriendo en una falsedad o estamos manipulando lo que sabemos, tal vez inconscientemente, pero al final lo que cuenta es lo que se lee o lo que se cuenta, de modo que no hay manera de que algo sea escrito o sea contado, siempre está ahí la invención, contaminándolo todo. Por eso las realidades probables, las que podemos reconocer inmediatamente, por familiares, por íntimas incluso, no son las que más convienen. Hace falta mentir.
No decir: me llamo Emilio Calvo de Mora Villar, nací en 1966 en
Córdoba, no tengo hermanos, mis padres están bien de salud todavía,
tengo una mujer y dos hijos, trabajo como maestro de inglés, tengo un
blog, bebo cerveza, escucho jazz, veo cine negro, leo poesía, me dejo la
barba antes de navidad y me pelo al cero en verano, no tengo perro, leo
la prensa a diario, adoro las barras de los bares, me pierdo en el
campo, sé apreciar el talento ajeno, procuro afinar el mío, sostengo la
idea de que no hay otra vida después de ésta, cuido a mis amigos y dejo
que me cuiden también, no conduzco, nunca he hecho deporte alegremente,
jamás he montado a caballo, sufro con el mal que devasta al mundo, fumo
medio paquete a la semana, no sé usar un taladro, nunca me ha preocupado
la bolsa, creo en la política a pesar de todo, me gusta escribir en los
bares...
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4 comentarios:
Este tal Emilio parece, a simple vista, un tipo estupendo. En fin, decía Machado que también la verdad se inventa. Abrazos
Lo tengo claro eso de tipo estupendo, José Luis, y es mi bloguero/escritor/poeta/cuentista favorito.
Ahí queda eso.
Y y'astá... ¿entendemos?
Lo tengo claro eso de tipo estupendo, José Luis, y es mi bloguero/escritor/poeta/cuentista favorito.
Ahí queda eso.
Y y'astá... ¿entendemos?
Un lujazo. Veo que sigues escribiendo, al pie de la letra, nunca mejor dicho, mucha literatura contenida en un blog.
Salud.
Ana Isabel Orazabal
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