I
Tras varios siglos de nigromancias y conjuras, invasiones e incestos, fanatismo y miserias, tenemos ya un país de una edad razonable como para saber por dónde debe andar su camino. Tenemos ya en España una heredad incombustible de moros y cristianos, de ricos y pobres, de gente de izquierda y gente de derecha, de píos y blasfemos, que viene a acentuar esa idea antigua de que la discordia, en ocasiones, une más que separa, de que de la crispación puede nacer algo relevante. La Historia de España se escribe a golpe de gresca, pero tampoco la Historia ajena se salva del lenguaje de los palos. A estas alturas del metraje, no hemos aprendido mucho, a pesar de que España se ha beneficiado del concurso de variadas civilizaciones que han ido modelando el turbio paisaje doméstico. Pues ahora la casa se desmembra, se abre: se cimbra por los costados. Terminará por derrumbrarse por el Atlántico que es ancho y proceloso y consiente declives de imperios. La reventarán a puñetazos por mor de un viejo y, en voz de muchos, legítimo derecho: que cada uno haga de su capa un sayo, que cada uno se beneficie de la prosperidad del vecino, pero sin renunciar, bajo ninguna circunstancia, a la intimidad de la casa propia. Vascos, catalanes, gallegos, pues estos son los nombres de algunas de las tribus, se arraciman en sus reivindicaciones: se congratulan de su pensamiento parecido: se postulan para ir por Europa levantando cabeza nacionalista, y se engolosinan de banderas cuando Europa les abre, ignorante, los brazos, no sabiendo que la herida puede venirles grande y ver, en tribuna, su propio desangramiento.
II
Ahora que se estila la casa común es cuando algunos desean abrir fonda propia. No saben lo que dejó dibujado El Roto hace un tiempo en su ventana de El País: que todas las banderas las fabrican en Hong Kong o en la China interior. Olvidan (porque les conviene a veces el olvido) que aquí cabemos todos o no cabe ni Dios, como cantaba en los primeros ochenta Víctor Manuel. Todos este aire levantisco de países dentro de países, de habitaciones alquiladas que quieren hipóteca propia, viene de muchos vientos y todavía no ha habido, por más que muchos dediquen esfuerzo y talento a cerrar el boquete, nadie que dé con el inventario de compensaciones que sofoquen tanto levantamiento interno. No sé yo si esta insufrible (por insistente, por vacía de contenido para el espectador ajeno) campaña soberanista catalana va a llegar a la cima de que el Rajoy de ahora o los Rajoys siguientes les den carta blanca y aireen por el mundo la catalanidad por la que abogan. Sé que en el mientras tanto este servidor va a terminar aprendiendo catalán en los almuerzos en casa, mirando los informativos, escuchando a Mas y a los que se le oponen. Me da lo mismo (en el fondo) lo que pase, pero me está pasando factura fonética el catalán como idioma. El enturbiado país de los desahucios en el que vivimos, comido de tantas urgencias, contaminado por tantas pandemias económicas y culturales, no necesita este capítulo de la Historia, que tendrá que llegar, quién lo duda, pero quizá no sea éste el momento en que se deba abrir el debate. Hace falta algo de lo que España ahora adolece enormemente: cohesión. Que en los mercados internacionales, en los foros políticos y en las altas instancias de la Unión Europea se advierta que nadie dentro de esta barca que se hunde rema hacia atrás o coge un hacha y se dedica graciosamente a abrir boquetes en el fondo.
10 comentarios:
"El patriotismo es la virtud de los depravados."
Oscar Wilde
El camino de la historia a desembocado en una sucesión de masacres que no parece tener fin, y cada idea, cada principio, tiende a transformarse en una mitología irracional. El siglo XX se malgastó criminalmente a sí mismo empezando por las guerras mundiales y terminando por el totalitarismo.
Detesto todo patriotismo y todo nacionalismo porque en el fondo de todo patriotismo está la guerra: por eso no soy patriota. Todas las calamidades-revoluciones, guerras, persecuciones-provienen de un equivoco inscrito sobre una bandera. El patriotismo creo que es la enfermedad senil del nacionalismo, no se convierte ya en el último reducto del granuja sino en la real morada del absurdo. Dijo Chesterton que "el hombre está dispuesto a morir por cada idea, siempre que no tenga una idea muy clara de ella". La patria no es más que una proyección colectiva del yo, una invención que pretende englobar en una sola, única e inmutable realidad la suerte de una pluralidad de individuos. Esta ficción sirve para justificar la exclusión y, en último término, la eliminación del otro, del que no pertenece a ese grupo más o menos impenetrable que no ve más allá que esa venda en sus ojos llamada patria. El nacionalismo es un instinto de cual gusto y una herramienta peligrosa. Exclúyase de un país todo lo que deba a los demás, y a ver quién es el guapo que se siente orgulloso de él. Por otro lado, el patriotismo siempre acaba creando apátridas, como un servidor. Me siento más cerca de un chino honrado que de un catalán estafador. Dice Voltaire: "Los prejuicios son la razón de los tontos; no merece la pena hacer la guerra por ellos." La violencia es miedo de las ideas de los demás y poca fe en las propias. La violencia es el último recurso del incompetente.
De niño quería ser pirata y mi única bandera era la de los piratas.Hoy ni eso.
Abrazos en este domingo lluvioso.
Los países son una mercancia, un negocio, un comercio, un chino, un todo a cien de los que hay en mi barrio, Emilio. Da igual las banderas y las "fonéticas". Yo soy catalán y defiendo lo catalán, pero me aburre Mas y me cansa la idea de que solo pensamos en independizarnos. Me gusta más pensar, cuando me da por pensar, en una Cataluña de progreso, y me da lo mismo, exactamente igual, si es parte de España o es independiente. Si nos convertimos en país, pues bueno; si no, pues bueno. Yo soy un tipo raro. Un texto magnífico. Has ganado un lector.
Bravo Emilio y bravo Francisco, por lo que exponen. De José no tengo claro si tiene ganas de ser independiente en su Cataluña o no, pero hay una educación en su forma de no tenerlo claro. Lo malo de estos tiempos es la gana que nos tenemos unos a otros. Se ve en la tele, a cada momento, en tdos esos programas asquerosos de cotilleo y de vendettas programadas, de broncas pactadas, que solo agitan al espectador, que luego sale a la calle encabronado, convertido en un arma muy cargada contra lo que se le poinga por delante, ya da igual que sea un nacionalista o un antinacionalista. Es verdad que los países son un negocio, pero uno ruinoso. Me parece que no tenemos arreglo. Un saludo, y perdón por el tono subido del texto, pero me he puesto encendido con lo que he leído. Que no aprendemos.
Me la tiento con tanto catalán, ostia.
Dos maneras de ver la independencia de Cataluña:
1) Es legítima, pero no práctica. No soy catalán, pero si la mitad de los catalanes se niegan, a qué viene esta cruzada?
2) Es ilegítima, pero práctica. No me la creo. Le están diciendo a Mas que no vaya por ahí, pero es un obcecado, y tiene que pasar a la Historia. Le pasó algo parecido a ZP, gente mesiánica.
Saludos.
Ni me interesa ni me inquieta el resultado del envido. Todo este asunto me parece tan estúpido, tan ridículo como exige un país de chirigota (dicen) con es éste. En realidad es un país apaleado por todos sus flancos. Dolorido y cansado de los mediocres y permanentemente enfurruñados habitantes que la pisotean cada día. España no es un concepto ni una entidad. No es el enemigo de nadie (salvo de sí misma), ni el opresor de ningún sentimiento o pensamiento. España es una angina de pecho que no se ha tratado bien. Un inodoro al que le han birlado la cadena que la libere de la mugre que la empaña. Un barco que se hunde a causa de que el capitán es bobo y los remeros están más pendientes de la cadencia de remo del compañero de al lado que de la propia. Ni una brazada de más que el otro, por supuesto...
En mi opinión como si fletan un enterprise a Júpiter y cantan allí els segadors...
Me quedo con la bandera de mi corazón, que se mueve al viento de mis sentimientos. Está limpia y pide viento que la mueve.
Luna
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