No creo que haya otro director vivo que merezca ocupar la luna de Méliès, que es como la luna del cine. Hay algunos que merecerían ese honor selenita, pero yo me quedo con Martin. Contando con que ha hecho cosas infumables, indignas del genio que tiene dentro, todavía me quedo con sus gafas de pasta y con sus cejas superlativas, con ese amor al cine que se entrevé incluso sin que uno sepa mucho de cine ni esté al tanto de las cosas con las que los cinéfilos pata negra evalúan los méritos de los directores o la valía de una película. Yo he sido feliz más horas con Scorsese que con mucha gente a la que veo a diario y con la que comparto una parte considerable de mi vida. Malas calles. Taxi driver. El último vals. Uno de los nuestros. Toro salvaje. El cabo del miedo. Casino. La edad de la inocencia. Infiltrados. Shutter Island. Luego está el Scorsese enamorado de los Rolling Stones, del blues y de la mente pura de un niño cuando se sienta en una butaca y permite que los adultos le cuenten una historia. No he visto La invención de Hugo. Tampoco Kundun. A todo lo demás le he dado cuerda como el niño que sabe los placeres que produce ver cómo se mueve el muñeco. Al final se detiene, pero hay magia en su desplazamiento, en el ruido que produce su avance un poco torpe, pero firme. Casi como suceden las películas y el ruido que hace el cinematógrafo cuando el proyectista acciona la palanca de arranque. Cosas que dejarán de suceder pronto. Nos invadirá la tecnología y suprimirán los modos de antaño. No soy de los que echarán en falta ese tipo de rituales. Soy de los que se limitan a dejarse invadir por los fotogramas. 24 por segundo. Scorsese, en ese negocio, está ahí arriba, en la luna de Méliès, con sus gafas de pasta y sus cejas como de cuento con ogro y final previsiblemente feliz. Pero todos sabemos que los finales felices tienen también un lado perverso. Scorsese, ahí donde lo ven, es un pájaro con mucha mala leche. Del tipo que usaba Hitchcock. Un católico con la retranca moralista de Chesterton. Un tipo viciado por la salsa italiana, su amor por las mujeres (cinco esposas, lo cual lo deja explica algunas cosas) y su vehemencia a la hora de defender el cine casi por encima de todas las hordas que lo atropellan y manipulan. Y no se confundan si graba un spot para un cava (Freixenet) o un videoclip para Michael Jakson (Bad). Lo de Hugo va en 3D. Yo no fusiono bien (dice mi optometrista de cabecera) pero igual me dejo llevar y me engancho las gafas. Por Marty. Es uno de los míos.
13.2.12
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6 comentarios:
Gracias Emilio : lo que hace tener a los hijos en China e India ...jajaja y el tiempo libre del que disponemos los que ya hemos criado .Un abrazo y gracias por tus palabras de ánimo.
Son de ánimo, sí, pero son también de reconocimiento. Un beso.
Has plasmado los principales títulos de Scorsese y descubro que, casi sin darme cuenta, han ido marcando varias etapas de mi vida. Casi puedo identificar el visionado de algunas de sus películas con momentos particularmente interesantes de que he vivido. Interesantes porque el cine tiene esa virtud: dotar de trascendencia a cien minutos intrascendentes. Saludos
A mí es el hombre y sus debilidades las que me acercan al mito. Y es la reiteración del vacío lo que me aleja. No reconozco al genio, pero sí al gestor. A falta de universo propio, supo rodearse de aquellos que completaban lo que a él siempre le faltó. La mejor montadora, los mejores guionistas, los mejores actores y actrices, el mejor fotógrafo. Nada es suficiente para Martin, de lo contrario seríamos conscientes de su impostura.
La leyenda de Méliès se agranda por el hecho de la caída en desgracia que siguió al éxito. El hombre que pudo reinar y terminó pidiendo limosna en las calles de París hasta que el azar le ofreció un respiro. Hace pocos meses, en la clausura del festival de San Sebastián, pude disfrutar de la versión restaurada de su "Viaje a la luna". Verla en pantalla grande me emocionó, Emilio. Un visionario que ofreció a Griffith sus hallazgos para que éste escribiera el primer tratado de lo que es el lenguaje cinematográfico. Un genio. Marty es otra cosa. Un contertulio cinéfilo de barra de bar al que no debemos permitir que beba más de dos copas o su legentario mal genio brotará. Un maestro de la gestión cinematográfica. Un compañero de viaje, dices bien, que eclipsó con su diminuta figura a los que la hicieron crecer.
Ummm,también es uno de los míos, de los muy míos! He gozado con él hasta en sus peores obras porque, a pesar de ellas, siempre he salido del cine con una sonrisa, con la satisfacción de no haber perdido el tiempo, de haber añadido al fondo de mi retina una imagen nunca vista
A ti, Ana. Madre de niños internacionales. Madre-maestra, estrenando labores digitales con esmero y con entusiasmo, como debe ser. Un beso de familia otra vez.
Es que la vida es cine, José Luis. En muchas casos es solo cine, desgraciadamente.
Es el genio enamorado de su oficio, Álex, capaz de hacer pedagogía de su afición y crear legiones de adeptos. Es posible que haya otros, tú de esto sabes infinitamente más que yo, pero éste es mío de un modo irracional. Como deben ser las cosas del corazón. Lo tuyo viendo la luna de Méliès en pantalla grande me da una envidia que no me va a dejar llevar el miércoles como John Ford o Billy Wilder mandan.
Es de todos, Isabel. Uno de los nuestros. Bien dicho. La sonrisa fue la mía tantas veces.
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