20.12.09

Avatar: ¿... entonces era una historia de amor?



Con los años, a pesar de llevar doce en el dique seco, preparando este Avatar, James Cameron no se ha separado de su discurso inicial: sigue indagando en las razones de la máquina, en el espíritu humanista dentro en un futuro en donde la realidad se ha reducido a una carpeta alojada en un disco duro. El embalaje es éste: la planificación metódica del imperio absoluto de la tecnología, aunque detrás Cameron formula un cuento tradicional, apenas un cuento decimonónico al uso en el que uno es capaz de encontrar rastros de la literatura oral desde los tiempos de Ulises al Matrix moderno, pasando por Pocahontas o por la escuela profética de Asimov.
En muy resumidas cuentas, Avatar es una metáfora sobre el poder y sobre cómo el poder, incluso el más devastador, no es capaz de someter al amor. Ya lo dijo Hilario Camacho: el peso del mundo es amor. El de este blockbuster es cabalmente moderno: la teoría de la alianza de las civilizaciones empastada con los poemas de Walt Whitman o, si el lector prefiere, el antiguo conflicto entre el verso y la lanza que movió a Jorge Manrique y construyó nuestros propio sedimento literario. Todo eso puesto en danza con la tecnología fílmica más apabullante. Cameron, todos esos años después, sigue siendo un maestro de la ciencia-ficción. Se le puede negar que no haya aprovechado el talento técnico con un más concentrado esfuerzo narrativo, pero aquí importa el envoltorio más que lo envuelto, se ve más talento y más voluntad de crear arte en la delirante escenografía que en la trama oculta tras el azul que lo envuelve todo. No hizo falta la versión en 3D: renuncie a ella teniéndola en la sala contigua. Preferí la carnalidad del cine sin ese extra al que no dudo que los muy voluntariosos aficionados a las novedades ópticas encontrarán deleitoso y adictivo.
Lo que Cameron hace con su guión (elemental, precario, sencillo como un verso de David Bisbal) es arremeter contra las naciones poderosas y abrir al mundo la verdad de la dignidad de las que no exhiben ni poseen poder alguno. El pobre, el aniquilable, el reducible a polvo con una firma en un tratado o un dedo pulsando un botón, es el invadido. Parece que el director hubiese querido contar las razones de la bestia. Antes siempre estuvo en el lado humano y vimos como los aliens se merendaban a la tropa de la teniente Ripley en varias fogosas y fantásticas entregas. En esta vuelta de tuerca hemos avanzado un peldaño en la narración de la guerra infinita que el hombre libra con sus fantasmas y hemos alcanzado el territorio de lo minúsculo, de los árboles que hablan y de los moradores de un bosque vivo al modo en que vive la idea en la cabeza del hombre o la metáfora en la limpia imaginación de un niño. Pero quien quiera lujo visual, desentiéndase de este embrollo en el que me he metido y déjese sencillamente atravesar por las imágenes. Las hay a espuertas y casi todas fascinan. Es posible que algunas estén huecas. No pienso llevar la contraria a quien considere Avatar como un timo monumental, caro y estupendamente vendido. Se trata de que el cuerpo te pille en un punto o en otro del segmento espiritual. El mío, mi segmento, estaba abierto y casi me enlazo con las criaturas del mismo modo en que ellas, en la película, se vinculan orgánicamente con la naturaleza, con las bestias que la pueblan, con los olores y con el color del viento. En un orden infinitamente menos trágico y más desafectado de violencia, podríamos asegurar que el propio Walt Disney habría comprado este guión sencillo, sí, pero útil para montar la maquinaria audiovisual, el fastuoso engranaje de colores, texturas, capas y paisajes que el ojo ve y cree, pero que la razón (invadida por la fantasía) no comparte. Igual se trata de eso: de querer ver Avatar con un ojo rígido.
La historia de amor del marine paralítico y la alienígena azul vence (al final) a la estrella de cinco puntas nucleares que el Estado (o el Poder o la Razón o el Dinero) usa para conseguir sus fines, a los que Cameron da una importancia menudita, como de mcguffin irrelevante. El más que extenso metraje se consume más rápido de lo que el crítico poco cómplice querría. De todas formas no acabo de entender que se airee la mentira de que aquí empieza una nueva forma de entender el cine. Incluso habiendo pasado un buen rato (sin exagerar, no crean) salí lampando por compensar el abuso new-age, el volcánico chute de efectos especiales, con alguna golosina en DVD escondido en mis estanterías. Renoir, Capra, Ford, Truffaut. Incluso una buene sesión de John Carpenter, al que estoy ahora echando muchísimo de menos. Les juro que por la noche me acomodé en mi sofá favorito y disfruté durante dos horas de El apartamento. Wilder puro. No había un solo efecto especial y la emoción me erizó una vez más la nuca, pero me dormí pensando en Pandora, en que no es mala esta fórmula palomitera de ganar adeptos entre la chiquellería ávida de emociones fuertes. Entran a ver Avatar en 2.009 y dentro de diez años desean ver Blade Runner en bluray. Yo me quedo con C.C. Baxter, pero no puede uno (o sí, no sé) estar toda la vida amando las mismas viejas canciones. ¿Puede, Álex? Es que al rever El apartamento (cuántas veces) me imaginé si a ti te pasaría lo mismo después de ver Avatar. Estoy con que sí.

addenda: no dejé de ver portadas de discos de Yes durante las dos horas largas de película. ¿Alguien las vio también?

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9 comentarios:

Anónimo dijo...

DEFINITIVAMENTE la veo mañana mismo. La duda es si 3D o normal. En todo lo demás, ganas ENORMES. Gracias por tu reseña. Rafa

Emilio Calvo de Mora dijo...

Ve a verla con los ojos limpios, Rafa, con los ojos abiertos, sin creer que estás viendo una de Kubrick. Luego, si te hace falta, coges y ves una de Kubrick.

Anónimo dijo...

Es un "pijada" de muchos millones para niños con ganas de que le engañen el ojo ese del que hablais. Yo la vi, equivocado fui pero fui y no sali por educación a los que me acompañaban. Es un bodrio que vale una pasta y no tiene nada dentro. Un engañabobos.

Felipe J. Mantero

Emilio Calvo de Mora dijo...

La óptica es una ciencia compleja, Felipe. Dioptrias varias enfangan el visionado idéntico. Menos mal. Engañabobos consentido, en todo caso. El bobo salió feliz, y entiendo que otros no salieran igual, por supuesto. Yo he ido equivocado a muchas peliculas y duele en el ojo, en el bolsillo y hasta en el culo por aguantar un par de horas (3 en Avatar) pegado a una butaca, dura algunas veces. No salir por educación está muy bien. Pero igual uno tiene que ser educado con uno mismo y salir antes de que se nos afecte algún órgano importante: el ojo, por ejemplo. Un saludo y gracias por entrar y comentar. Eso es de agradecer. Disentimos ahora, coincideremos (espero) alguna otra vez. Y si no, no pasa nada, Felipe. Nada de nada. Feliz Navidad.

Konrad, aunque algunos hombrecillos me llaman Don Victor. dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Konrad, aunque algunos hombrecillos me llaman Don Victor. dijo...

Un expectaculo visual de trama más que predecible. Sobre lo de ir a verla con los ojos limpios, la verdad es que la pelicula invita a ello, quizas por la manera en la que el Avatar del protagonista va descubriendo y valorando esa naturaleza ficticia, invita a limpiar la vista, el oido e incluso el olfato (supongo que este paso en el cine no está muy lejano, es lo que le falta a la peli, puestos a pedir).
Para mi, aficionado al dibujo, al diseño y curioso de la vida en general, a falta de que se pueda tocar, lo que ha hecho James Cameron es lo más parecido a ser Dios, ha creado un paisaje, una flora, una fauna, en definitiva un mundo nuevo, si, el ha tardado mas de 7 días pero seguro que al ultimo descansó no me cabe la menor duda, alguien puede pensar que crear un mundo ficticio es fácil, solo hay que mezclar lo que el hombre ya conoce a nuestro antojo, ojos, dientes, colas de animales,plantas, etc. pero aun desde esa perspectiva hay que reconocer que es una maravillosa mezcla, la idea de ese USB natural que lo mismo te conecta a un árbol que a un seudo caballo, es de lo más original que he visto hasta el momento.
Cuando regresé a casa y vi a mis padres frente el televisor, ellos que de jóvenes fueron a ver en el cine "todo es posible en Granada" y ya no volvieron, me dieron ganas de repetir el final de Blade Runner. " Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Es hora de ... "dormir"". eran las dos de la mañana.

Emilio Calvo de Mora dijo...

Sí, Víctor Conrado, todo eso que hablamos. Mejor así, junto al café. Un saludo, amiguete.

Anónimo dijo...

Capra vs. Cameron. No hay color. No hay batalla. Memorable reseña.

Jasper

cristian dijo...

si, efectivamente, era una historia de amor,perspicazzzzzz... hay que joderse... al fin y al cabo que era Apocalypto?no bucees demasiado...era otra historia de amor....terminamos hocicando en esto, en el Amor propio o ajeno...yaqueeaprendioatecleargrasiasalbertoiuxitatevasenterar...

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