4.2.19
El casoplón costó un pastizal
Las palabras van a su aire y no siempre está uno al cabo de hacia dónde vuelan. Las hay que no nos infectan, no las usamos, tampoco se escuchan en demasía. Otras, ponga uno oídos o no preste muchos, irrumpen a diario, parecen cercanos, se diría que hay un complot para que triunfen, al que uno (por cierto) no ha acudido ni ha prestado voto. Hacia algunas de esas palabras, las más, siento uno simpatía, se alegra de que el pueblo las torne, les de la forma con la que luego entrarán en liza, aunque después el tiempo las vaya modelando también, extrayendo de aquí y rellenando allá, para que siga vivo el lenguaje y los diccionarios estén siempre un par de pueblos por detrás del sentir léxico de sus hablantes. Hacia otras, sin que se ejerce voluntad a ese afecto o desafecto, no se les profesa simpatía alguna, escuecen, por decirlo ásperamente, no cuajan en nosotros. No se sabe si es el significado o el significante (ya saben, el signo lingüístico, Saussure, Lacan, etc), si el runrún fonético o la entraña semántica. El caso es que pastizal y casoplón me irritan más de lo que querría. Hago por desoírlas, por no caer en la cuenta de que han sido pronunciadas, pero la cabeza va a su aire también, como las palabras, y no está uno al cabo de hacia dónde vuela. Por otro lado, no tengo motivos para la queja. Es saludable que las palabras irriten o enamorisquen, te hagan la cama o te la deshagan, rían a tu alrededor con entusiasmo o lloren con desconsuelo. Tienen la vida de la que a veces nosotros carecemos. Son más libres, están más al riesgo, no se comprometen con nada, no tienen la fidelidad y la pureza con la que nosotros avanzamos y de la que nos sentimos ridículamente orgullosos. Estará bien que pastizal y casoplón terminen su gira victoriosa. El casoplón costó un pastizal, dijo el hombre a su esposa o a su novia (era una consulta ginecológica a la que acompañaba a un familiar mío y no supe bien si la cortejaba y el niño no era suyo o la cortejaba y sí lo era). Me dolió más el agudo trino de casoplón. Hurgué en el móvil para buscar la etimología o las causas o el arraigo de la palabra, pero andaba corto de batería y no quise arriesgarme. Debí hacerlo entonces, no después. Repitió la palabra un par de veces más, no así pastizal. Las dos palabras ronronearon en mi cabeza hasta que otras las apartaron. Creo que no he usado ninguna de ellas todavía. Caerán, quién lo duda. Primero con sorna, por ver qué reacción tiene los demás cuando yo las pronuncie. Luego sin pensar en ellas, como se hace con otras, con esa inercia semántica de quien habla mucho (un servidor) y a veces no piensa lo que dice. Espero que por lo menos sí que haya pensado lo que he escrito. La pareja, por cierto, entró en consulta. No los vi salir. Él, absolutamente incontinente, no paró de contar cosas. Ella, paciente, creo que preocupada por la materia de la visita, prestaba alguna atención, no mucha. Igual también le molestaron el casoplón y el pastizal. No lo demostró con ningún gesto, ninguno que yo entendiera, claro.
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