De la aversión al odio hay a veces muy poca distancia. Uno empieza sintiéndose indispuesto al escuchar cláxons en un atasco y termina saliendo a la calle con algodoncitos en los oídos. Lo malo de las fobias es que hacen patria en quienes las padecen. El mismo hecho de que no se puedan argumentar hace que abusemos de ellas. Yo tenía una amiga que se negaba a ir en autobús..
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2 comentarios:
Croamos todos, Emilio.
Yo también soy Gregor Samsa esta mañana un poco gris en mi pueblo.
Debería haber comentado en la Barra. Disculpas.
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