Supongo que no habrá cine en mi ciudad que programe Let's get lost el próximo día 19. Es un documental sobre el esplendor de Chet Baker, aunque al narrarlo Bruce Weber filme como si estuviera recopilando material obsceno, apuntes sobre una vida jaleada por el vértigo infame de las drogas y el sublime subidón de tocar la trompeta y hacerlo como un ángel metido a jazzman. En realidad el director era un fan absoluto del genial trompetista. Cuando uno se acerca a un ídolo para extraer una biografía se le puede ir la mano, renunciar a la objetividad (quién la busca)
y rendir al público un arrebato, una de esas contribuciones escasamente fiables, más pendiente de mimar al mito que de informar sobre su días en la tierra. O puede ajustarse a un guión, esquivar la injerencia imprudente de los sentimientos y entregar a la cartelera (en este caso el film va a ser estrenado, 20 años después de su filmación, en Cannes) la biografía definitiva, como suele decirse. Weber no hace (segun leo y oigo en una tertulia radiofónica) nada perdurable. Harán documentales de más fuste, pero éste lo va a agradecer más el friki de turno, el que ha vivido la música de Chet Baker como un festejo de los sentidos. Luego sabemos que Weber terminaría pagando de su bolsillo el entierro de Chet, en Los Ángeles, un Chet al que la policía de Amsterdam recogería del suelo después de que cayera de la ventana de la habitación c-20 del hotel Prins Hendrix en la madrugada del 13 de Diciembre de 1.988. Vestía como un dandy, pero todo lo demás estaba roto. El músico de jazz más guapo de la Historia y el que con más rapidez quebró esa belleza a beneficio de su flirteo inquebrantable con las drogas. Los últimes meses de vida, justo los que graba Weber, deambulando sin casa, malvendiéndose por trapichear unos gramos de heroína, son precisamente los más decadentes. En esa decadencia debió haber, no obstante, un hilillo de grandeza, un gesto, una forma de encandilar al público que se entregaba al sonido de su trompeta y a la dulzura infinita de su voz, que era (lo he escrito en esta página muchas veces) perfecta en su fragilidad, en su lánguida proyección casi infantil. Uno de los más hermosos lamentos del siglo XX, como escribió Marc Danval, uno de sus muchos biógrafos.
No tengo mucha esperanza de que alguno de esos cines a los que suelo ir, levantados en polígonos industriales, rodeados de naves en las que se venden zapatillas de marca o útiles para el bricolage doméstico de altura, programe un día el documental sobre Baker. Y hasta cierto punto lo entiendo. Habrá que poner a funcionar todos los recursos de los que uno dispone y buscar sucedáneos del cine, aunque al amigo Teddy Bautista le parezca una aberración la descarga, el feeling alojado en un servidor cualquiera, la emoción contenida en la línea de teléfono. Además no espero encontrar copia en castellano. Aguzaré el oído, me concentraré, entrenaré mi paciencia hasta que obre el milagro.
.
y rendir al público un arrebato, una de esas contribuciones escasamente fiables, más pendiente de mimar al mito que de informar sobre su días en la tierra. O puede ajustarse a un guión, esquivar la injerencia imprudente de los sentimientos y entregar a la cartelera (en este caso el film va a ser estrenado, 20 años después de su filmación, en Cannes) la biografía definitiva, como suele decirse. Weber no hace (segun leo y oigo en una tertulia radiofónica) nada perdurable. Harán documentales de más fuste, pero éste lo va a agradecer más el friki de turno, el que ha vivido la música de Chet Baker como un festejo de los sentidos. Luego sabemos que Weber terminaría pagando de su bolsillo el entierro de Chet, en Los Ángeles, un Chet al que la policía de Amsterdam recogería del suelo después de que cayera de la ventana de la habitación c-20 del hotel Prins Hendrix en la madrugada del 13 de Diciembre de 1.988. Vestía como un dandy, pero todo lo demás estaba roto. El músico de jazz más guapo de la Historia y el que con más rapidez quebró esa belleza a beneficio de su flirteo inquebrantable con las drogas. Los últimes meses de vida, justo los que graba Weber, deambulando sin casa, malvendiéndose por trapichear unos gramos de heroína, son precisamente los más decadentes. En esa decadencia debió haber, no obstante, un hilillo de grandeza, un gesto, una forma de encandilar al público que se entregaba al sonido de su trompeta y a la dulzura infinita de su voz, que era (lo he escrito en esta página muchas veces) perfecta en su fragilidad, en su lánguida proyección casi infantil. Uno de los más hermosos lamentos del siglo XX, como escribió Marc Danval, uno de sus muchos biógrafos.
No tengo mucha esperanza de que alguno de esos cines a los que suelo ir, levantados en polígonos industriales, rodeados de naves en las que se venden zapatillas de marca o útiles para el bricolage doméstico de altura, programe un día el documental sobre Baker. Y hasta cierto punto lo entiendo. Habrá que poner a funcionar todos los recursos de los que uno dispone y buscar sucedáneos del cine, aunque al amigo Teddy Bautista le parezca una aberración la descarga, el feeling alojado en un servidor cualquiera, la emoción contenida en la línea de teléfono. Además no espero encontrar copia en castellano. Aguzaré el oído, me concentraré, entrenaré mi paciencia hasta que obre el milagro.
.
7 comentarios:
Muy bonito el blog Emilio, a ver si sabes quien soy. ponme ahi para que vean mi blog. GRACIAS
Ya he visto el tuyo, y no llego, no sé (la verdad) encontrar al "autor". Espero que me ilumines!!!!
HaY páginas desde donde "bajarte" el documental. No he buscado, pero debe haberlas. Estará en inglés pero va a dar lo mismo no entender el idioma. Verás a Chet Baker en los escenarios y eso es un documento impagable. Tu posteo me ha gustado muchísimo y me han dado unas ganas enormes, no sabes como, de ponerme algun disco de Chet Baker y oirlo entero.
Blog muy interesante, la verdad, muy denso también.
Hace falta mucho tiempo para visitar todos esos posteos.
Saludos.
Carmen
Ya lo tengo, Carmen. Y en inglés. Busco el hueco para disfrutarlo. Ya te contaré. Un abrazo.
Llevo dos semanas con la mula a medio cargar el disco que me recomendaste, Emilio. Añadiré a Chet Baker (gracias a tu insistencia) ahora mismo. Ya contaré.
Conocí hoy el blog buscando algo sobre Chet Baker en la red infinita. Esta y la entrada de mediados de agosto fueron, lejos, lo mejor que encontré. No sólo ví a Chet Baker, sino también una mirada sobre Chet Baker, y me pareció la mirada de una generación y de un tiempo que se están perdiendo, y eso me dio rabia y melancolía al mismo tiempo. Extraña mezcla.
En cualquier caso, gracias por un blog que no se pliega al ritmo del vacío.
Saludos desde el sur del sur.
Buenísima la reseña. Gracias. Por acá en Chile andaba una copia en 35mm con subtítulos en español. La mostraron como parte del festial de documentales musicales In-Edit, que es de Barcelona. Quizás algo por ahí puedas averiguar. Ellos deben saber el paradero de esa copia.
Quizás puedas consultar acá: http://www.in-edit.beefeater.es/contacto_es.html
Aprovecho la ocación para compartir contigo unos videos que hice para un grupo de amigos. Puede que te guste.
http://divaganteabsurdo.blogspot.com/2009/09/cristobal-rey-quinteto.html
Publicar un comentario