28.1.07

EL TRUCO FINAL (THE PRESTIGE) : Las arañas de Marte invaden el escenario





Al hilo de El ilusionista, compleméntandola sin pisarla, ocupando ambas diferentes zonas de un mismo ángulo narrativo, El truco final ( the prestige ) se afianza en la cartelera como un título interesante, digno, de una manufactura sobria y un plantel absolutamente esplendoroso ( Christian Bale, Hugh Jackman, Michael Caine, Scarlett Johansson ).

Dirige Christopher Nolan, que entregó la fastuosa y alambicada Memento, el thriller polar Insomnio ( con unos muy comedidos y sorprendentes Al Pacino y Robin Williams, en papeles de una contención proverbial siendo quiénes son ) y esta última entrega de Batman, alejada del cliché de la política de Hollywood y escorada, con fortuna, al estudio más sagaz de los personajes y un alejamiento consciente de las formas clásica de los superhéroes para reinventar ( lo hizo, no me cabe duda ) el género. Pues habida cuenta de todo esto, El truco final ( El prestigio ) debería haber sido un peliculón o, al menos, una pelìcula con mimbres de calidad, entretenida, con las suficientes referencias para el cinéfilo exigente y con toda la metralla comercial para el consumidor de cine más pasivo, menos entregado a buscar debajo de las piedras los alacranes del genio.
Esa esperanza se difumina al poco de avanzar el metraje que a mí se me antojó confuso, embarrullado, carente de gancho, frío quizá. Viene a pasar con esto de los trucos de magia que una vez que se ha visto el "prestigio", como dicen en la cinta, nada es ya relevante. Y Nolan hace trucos fastuosos, gesta una vigorosa puesta en escena que no carece de elementos brillantes ( hay un tono gótico, un regusto casi malsano por bucear en las raíces más perversas de la venganza ), pero que cae ( con estrépito, diría yo ) en el tramo final: cuando las cartas ocultas se ponen boca arriba y asistimos a la racionalización de la fantasía.







Bale y Jackman están muy por debajo de lo que esperamos. Caine cumple. Scarlett Johannson no acaba de encontrar el papel definitivo y languidece como ayudante-amante de los dos magos en un papel extraño, que no acaba de producir empatía en el espectador.
La magia y la ciencia no matrimonian nunca: se repelen. Todo cuanto fascina y deslumbra por mágico trae después decepción y desencanto en lo racional. Entrar en más detalle sería desvelar los vericuetos argumentales que hacen llevadero ( digamos que simplemente llevadero ) el (excesivo ) metraje.
Que Bowie aparezca hace que todo tenga un plus de morbo: uno no puede evitar ( yo, al menos, no pude, fascinado por ver al Gran Duque Blanco, al genio absoluto de la música, al camaleón mítico de la vanguardia del rock de las tres últimas décadas ) sentir un cosquilleo en la boca del estómago de modo que al terminar el film agarré mi estantería de cd's y oí ( del tirón ) Ziggy Stardust and the Spiders of Mars.... y oh my god, ahí agradecí a Nolan, a la magia, al cine que exista la música y que detrás de todo quizá la película únicamente haya servido para recordarme que hay discos perfectos, durmiendo el sueño de la espera hasta que la mano cómplice los saca de su funda y los introduce, golosa, deleitosa, pecaminosamente en la bandeja del reproductor, agarra el potenciómetro del amplificador, vigila que la familia no está excesivamente cerca y deja que los decibelios ( diré ahora que durante un rato apabullantes ) inunde el aire, perfumen la noche, abandonen en mi memoria júbilo y alegría, amor y también reconciliación con el mundo y sus barbaries.
¿ He escrito de cine o he escrito de Bowie ? Pues yo lo tengo muy claro.

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