Ya no hay occidente, han saqueado el mapa, lo han despiezado a conciencia, no han dejado en pie nada más que cuatro o cinco grandes bancos, algunas catedrales muy altas y todos los colegios en donde se imparten las disciplinas del futuro. En ninguna de esas disciplinas figura la ternura, en ninguna está la bondad. A todo lo que se aspira es a que el saqueo continúe y haya una buena herencia para las castas nobles venideras, las que administran las ganancias y valoran en privado las pérdidas, que serán aceptables si las mastican otros, los pobres de siempre, los bombardeados, los que se duelen sin que el dolor se advierta, los desheredados ancestrales, que no supieron nacer en los áticos de las casas residenciales, untados de la miel del triunfo, conscientes de que el mundo es de ellos, aunque lo pueblen los demás, a los que no se ven. No se ven los muertos de Gaza o los de Ucrania, pero habrá más, estarán en los informativos, como si fuesen materia narrativa de una ficción que se ve en casa, leída como una novela de acción en la que los dilemas morales ocupan un parte irrelevante de la trama. La sangre es la que lo ocupa todo. La sangre juntamente con el miedo. No sirve nunca lo que la historia ha venido contando. El principal oficio de la escuela fracasa cuando los que fueron a ella arman un fusil y se visten para el combate. Todas las escuelas del mundo son inútiles en cuanto un descerebrado desnuca a otro con una piedra o con un misil por las razones que se le antojan más pertinentes. Nunca son justificadas las razones que hacen que mueran los niños o que las casas de una población muerdan el suelo y muestren su esqueleto puro, los escombros sin lírica. Lo que aguarda es más de lo mismo. Por mucho que algunos se obstinen en decir que la cultura lo salvará todo, pero no hay cultura, no hay occidente, lo han saqueado a conciencia, no han dejado en pie nada hermoso. El arte ha sido el primer sacrificado, el arte ha sido el primer muerto. No hay belleza en las fotografías de los reporteros, las de los niños de la franja de Gaza, los niños de las bombas. La democracia no es suficiente, pero no se ha encontrado un sistema más fuerte. La democracia es una excelente nodriza de genios y solo con ella florecen los grandes hombres de letras. Lo dejó escrito Longino. No hay genios ni hay espíritus nobles a los que arrimarse para ir ascendiendo. Solo están los soldados y los generales. El mundo terminará en manos de las milicias. No importa que haya paz y haya belleza en algunos rincones del mundo. Gaza no parece de este mundo. Nunca lo pareció. Está en mitad del dolor, en la nada hueca donde retumban las bombas. Luego está la retórica de la guerra, el discurso de los que vencen, el salmo triste de los vencidos. Y no creo que sea este el momento de dar aquí una postura sobre quién tiene la legitimidad de atacar, sobre si es punible contrarrestar el asedio de la casa y asediar la del prójimo. Ahí, en esa columna de pólvora y de rezos, está la nota necrológica del mundo, que murió a poco de fundarse o que nunca terminó de nacer del todo. Está el cielo a medio hacer y el hombre le inventó los dioses, lo poblaron de metáforas, lo convirtieron en un refugio. Las guerras son el fracaso de todos los ángeles. No hay guerra en la que no caigan. Somos indolentes. Más que otra cosa, es la indolencia lo que nos conforta, encapsulándonos, haciendo que la realidad discurra sin que tengamos que considerar en ningún momento su credibilidad. Por eso las crónicas bélicas no nos incumben. Las vemos con la neutralidad del que paga un servicio de televisión por cable. Hay una tarifa plana del miedo. No de la poesía ni de la ternura, pero el miedo fascina más, el miedo da mayor placer a los sentidos. El mapa está alfombrado de cruces.
19.7.14
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Comparecencia de la gracia
Por mero ejercicio inútil tañe el aire el don de la sombra, cincela un eco en el tumulto de la sangre. Crees no dar con qué talar el aire ...
-
A elegir, si hubiera que tomar uno, mi color sería el rojo, no habría manera de explicar por qué se descartó el azul o el negro o el r...
-
Con suerte habré muerto cuando el formato digital reemplace al tradicional de forma absoluta. Si en otros asuntos la tecnología abre caminos...
-
Celebrar la filosofía es festejar la propia vida y el gozo de cuestionarnos su existencia o gozo el de pensar los porqués que la sustenta...
4 comentarios:
Solo los muertos son reales, amigo, solo ellos. Las guerras se diseñan sobre una pantalla, a gusto del guionista. El dolor ajeno está mediado por la simulación de un dispositivo digital. Solo los muertos son reales. Solo ellos.
Emilio Calvo de Mora, hace mucho tiempo que no leo nada tan tan bueno, algo que entra tan hondo y se quede ahí. Me lo acabo de imprimir. Lo voy a colgar del corcho que tengo enfrente h ppder leerlo de cez en cuando. Deliz estoy por haber encontradomeste Espejo de lo sueños. A seguir soñando. Enhorabuena por la sensibilidad, por el tacto y por la riqueza de ideas y de estilo.
El ser humano csrece de humanidad. A lo mejor la maldad gobierna el mundo y nos hemos empeñado en contradecirlo siempre. Yo me quedo con la infancia, ese país mitológico. La de los niños de las guerras no rxiste, ya lo sé...
El mundo es ansí y no por ello es menos humano. La historia de la humanidad es la de las guerras y conflictos. Nunca ha habido una época liberada de ellas. Shangri-La no existe. La Atenas clásica estuvo en guerra permanente, igual que Roma (¿qué es si no la historia de Roma sino la historia de la violencia contra unos y contra otros?). Este tiempo no es más inhumano que otros. El siglo XX es pródigo en horror, y el XXI no se está quedando corto. Pero lo cierto es que una guerra en que uno de los lados sea judío da para muchas reflexiones morales que no se suscitan en otros casos. Al fin y al cabo la élite del pensamiento mundial es judía. Los judíos despiertan sentimientos muy fuertes a favor y en contra. Solo hay que leer los blogs y los mensajes de FB. Hay una movilización muy profunda hacia los pensamientos humanitarios en que uno de los lados es el débil. Estas reflexiones las echo en falta en otros conflictos mucho más terroríficos -aunque este lo sea- y no me cabe duda de que es porque nuestra estirpe judía porque somos todos, especialmente los cultos, formados en las cosmovisión de la Biblia, el libro primero del que yo tuve conocimiento cuando hice la primera comunión a los seis años, nos lleva a la culpa. A los israelíes se les han dedicado los epítetos más brutales: criminales, nazis, bestias, genocidas... Nada nuevo. Toda la historia han recibido alabanzas como estas. Siempre se les ha odiado aunque no fueran peor que otros a los que parece que disculpamos no sé por qué. La idea de victimización forma parte del judaísmo y nosotros que estamos bien impregnados en eso de la culpa, la proyectamos sobre la figura que encarna el judío Errante, figura siempre maldita, como ahora se les maldice a ellos psicoanalíticamente hablando. No es que los palestinos sean menos víctimas que otros, lo son, pero a la luz de nuestra culpa lo son por partida infinita poque sus enemigos son los judíos, estirpe nefanda que ya fue expulsada de esa tierra hace dos mil años. Y su condena se extiende a lo largo de la historia. Los deseamos en alguna manera en Auschwitz, muchos por los comentarios que se dedican parece que sienten que en el fondo Hitler tenía razón.
Publicar un comentario