I
Me dijo K. que a nadie se le ha ocurrido la idea de buscar a Jess Franco y pedirle que entreviste a Quentin Tarantino. Podría ser una especie de partida de tenis. Yo pregunto, tú respondes, yo respondo, tú preguntas. Lo que no hicieron Goddard y Hitchcock. El director francés estaba todavía un poco pez y el gordo inglés no alcanzó a ver que allí se cocía una buena parte de la historia del cine de la segunda mitad del siglo XX. Volvamos a K.: Franco y Tarantino. El padre de los bastardos y el tío de los salidos. Material inflamable cien por cien: cine de barrio sin los prejuicios habituales. Ah, podemos dejar que Lina Romay empuje la silla del tío Jess y que Quentin le pida una aparición breve en su próxima película. Ahora sólo se me ocurre una de ciencia-ficción en la que la Romay regente un burdel cósmico y su admirado Jess sea una especie de Darth Vader afectado por la cochambre de los años, berraco y sanguinario. No sabemos qué género va a deconstruir (qué verbo más fogoso y siniestro) Quentin Tarantino en su próximo film. Hay dos cineastas a los que uno admira por casi idénticas razones: las estrictamente cinematográficas y las emocionales. Las primeras se avienen al diseccionado racional. Las segundas nunca se pueden hacer descender al mecánico y muy gris discurso del intelecto: apelan más al corazón o directamente buscan en él todo el refugio que precisan. Esos dos directores son Woody Allen y Quentin Tarantino. Admito ir al cine a ver sus películas como los zombis de George A. Romero iban a la caza de sus víctimas. No me importa que me decepcionen e incluso soy muy capaz de rebajar la posible decepción que me causen con el escaso esfuerzo que supone pensar en todos los formidables ratos que esos hombres me han reportado en montones de horas de disfrute intelectual, estético y lúdico.
II
Malditos bastardos es un divertimento enorme. Y hay que verla en cine y a ser posible en las lenguas vernáculas de los protagonistas, que no son pocas ni tampoco irrelevante su impostura, su dicción, su ubicación exacta en la trama. No me hagan caso esta mañana. El día gris en mi pueblo me ha hecho divagar en exceso.
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Me dijo K. que a nadie se le ha ocurrido la idea de buscar a Jess Franco y pedirle que entreviste a Quentin Tarantino. Podría ser una especie de partida de tenis. Yo pregunto, tú respondes, yo respondo, tú preguntas. Lo que no hicieron Goddard y Hitchcock. El director francés estaba todavía un poco pez y el gordo inglés no alcanzó a ver que allí se cocía una buena parte de la historia del cine de la segunda mitad del siglo XX. Volvamos a K.: Franco y Tarantino. El padre de los bastardos y el tío de los salidos. Material inflamable cien por cien: cine de barrio sin los prejuicios habituales. Ah, podemos dejar que Lina Romay empuje la silla del tío Jess y que Quentin le pida una aparición breve en su próxima película. Ahora sólo se me ocurre una de ciencia-ficción en la que la Romay regente un burdel cósmico y su admirado Jess sea una especie de Darth Vader afectado por la cochambre de los años, berraco y sanguinario. No sabemos qué género va a deconstruir (qué verbo más fogoso y siniestro) Quentin Tarantino en su próximo film. Hay dos cineastas a los que uno admira por casi idénticas razones: las estrictamente cinematográficas y las emocionales. Las primeras se avienen al diseccionado racional. Las segundas nunca se pueden hacer descender al mecánico y muy gris discurso del intelecto: apelan más al corazón o directamente buscan en él todo el refugio que precisan. Esos dos directores son Woody Allen y Quentin Tarantino. Admito ir al cine a ver sus películas como los zombis de George A. Romero iban a la caza de sus víctimas. No me importa que me decepcionen e incluso soy muy capaz de rebajar la posible decepción que me causen con el escaso esfuerzo que supone pensar en todos los formidables ratos que esos hombres me han reportado en montones de horas de disfrute intelectual, estético y lúdico.
II
Malditos bastardos es un divertimento enorme. Y hay que verla en cine y a ser posible en las lenguas vernáculas de los protagonistas, que no son pocas ni tampoco irrelevante su impostura, su dicción, su ubicación exacta en la trama. No me hagan caso esta mañana. El día gris en mi pueblo me ha hecho divagar en exceso.
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4 comentarios:
Casi te diría que sería un encuentro natural. Que ninguno de los dos se sentiría fuera de lugar. Que se saludarían como si lo hicieran cada mañana. Dos degustaciones distintas para un mismo guisado. Dos creadores del mejor cine-trash, uno incrustado en la maquinaria mainstream, el otro enclaustrado en el ghetto de la caspa. Sería una entrevista memorable.
Yo, que como sabes no soy nada purista en el tema del doblaje, te recomiendo vívamente que veas "Inglorious Basterds" en V.O. Cuestión de entonación.
Lo sé. Sería natural cien por cien.
Los dos cómplices de casi todo. Muy atinado el encrustamiento trash y mainstream. Muy bien señalado.
No pudo ser los bastardos en v.o.
Mi pueblo da cada día para más pero no llega a eso de incorporar salas con versiones originales. Un pueblito de cuarenta mil habitantes, muy nobles y muy marianos, no alcanza a eso. Y además lo entiendo.
Qué bueno, Jess y Quentin juntos en una mesa de café charlando sobre sangre, sudor, lágrimas y esperma. Uno hablaría más de unas cosas y el otro de las otras, pero se entenderían a la perfección. El tio Jess es un genio que no supo conectar con el público ortodoxo y se entregó a tumba abierta a encandilar al otro público, entre el que estoy. Bueno, la verdad, yo estoy en todo tipo de público. Veo Disney con mi hijo y cine de artes marciales en el salón. En eso Quentin estaría a mi lado. Te invito a una cerveza, Quentin, jajajaja. Nada, Emilio, que te ha quedado chuli el posteo y que como ha empezado el curso ahora escribirás más. Tú ya me entiendes. Rafa
Basura los dos y basura lo que hacen.
El cine es algo serio. Lo de esta gentuza es serie B. Además en el caso del Tarantino este es serie B que se las da de clásico.
El cine es otra cosa.
No soy un carca. Tengo mi opinion.
Veo que hay mucha gente loca con esto del Tarantino. No paran de echarle flores y no las merece, en absoluto, no, de ninguna forma.
Me gustó la originalidad de Pulp Fiction pero era una cosa retorcida. Mi gusto por el cine va otro lado y espero que se me respete. Basura los dos, repito. Jess Franco, ¿quién es ese tío? He visto cartelería de sus peliculas y me quedado bien frío. No, no he visto ninguna, Por si alguien dice que tendría que verlas para poder opinar. No las he visto porque no hace falta, ninguna, que me siente en mi casa y las veo. Porque en cine de verdad este tío ya nada de nada. No? No falta nada ás que se lo crea el muchachito este. John Ford podía venir y enseñarle dos o tres películas para que aprendiese. Un minuto de La diligencia vale por todas sus películas juntas. ¿Que exagero? Pues es posible, pero creo que puede expresar mi opinión y que se me respete.
Gracias por dejarme expresarla y espero que esta opinión salga en esta página.
Luis Manuel Ariza
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