Lo que Woody Allen ha perpetrado no es una comedia de las que antes le salían redondas: es un misil con lacitos directo a la línea de flotación de la sociedad bienpensante británica, que viene a ser esa aristocracia con participaciones en asociaciones filarmónicas y poco o ningún gusto por remangarse los prejuicios y avenirse a confraternizar con la grey llana, con el pueblo obrero que sale a trabajar y no tiene ni idea de Henry Moore ( hay uno en una mesa regalado por el propio artista ) ni de clavicémbalos del siglo XVIII.. Y lo hace deliberada y hasta frívolamente porque este Scoop ( Primicia, en inglés ) es, ante todo, un perfecto entretenimiento, un vehículo de lucimiento para Scarlett Johannsson (cada vez más carnal, cada vez más rotunda en sus gestos y en su presencia ) y un regreso a la confianza en un director genial al que, es de justicia esta humilde reprimenda, no le salían las cosas como querríamos ( Un final made in Hollywood, Todo lo demás o Granujas de medio pelo son mediocres ) con la excepción sobresaliente de Match Point, alejada ( curiosamente ) de la escritura humorística y alojada en el drama cuasifilosófico.
Las clases altas inglesas son las que Allen nos muestra: las que todavía se rebajan a reir con el cómico ( el mago de tercera metido a detective o a petrolero que Woody Allen borda ) mientras les hace trucos de cartas en un “typical english garden” al que no le falta ni laberinto ni mesitas rococó para el té de las cinco.
La abundancia de gags excusa la liviandad de la trama: una joven aspirante a periodista americana que pasa una temporada en Londres recibe una confidencia de ultratumba: la identidad del asesinato del tarot, que asola Londres matando prostitutas de pelo negro y corto. El acusado es un hombre de éxito, hijo de un Lord, flemático en su modernidad, asombrado de la espontaneidad de quien, en busca de pistas que diluciden la verdad de los asesinatos, acaba enamorándose de su objeto investigado, como ella bien reconoce.
El enredo no garantiza carcajadas: Woody Allen no pretende tal cosa. Su humor ( siempre ha sido así ) es lingüístico, sólidamente anclado en la solvencia de su lenguaje, que rebusca la complicidad con un espectador ya al tanto de sus giros y completamente entregado a su muy particular forma de entender la vida. Scoop, en este sentido, no es Misterioso asesinato en Maniatan, de la que es ciertamente deudora, pero nos brinda la oportunidad magnífica de recuperar ese rato entre lo tradicional y lo cinematográfico que supone ir al cine ( yo desgraciadamente la he visto en su formato de dvd ) y dejarnos llevar por las ocurrencias de este geniecillo neoyorkino. Scoop es una obra menor, no cabe duda. Quienes esgrimen su ligereza no están faltos de argumentos, pero Woody Allen puede hacer otro Scoop este año y este escribiente no tardará en acudir al estreno. En el reino de los ciegos dicen que el tuerto es el rey y esta inocente ( en apariencia ) comedia de situación que Allen regala después del puñetazo en la mesa que supuso Match point abunda en escenas antológicas que bien pudieran haberse colado en cintas de más tronío. No faltan ni siquiera esos guiños cinéfilos tan suyos: el Aqueronte funesto, la barca con los muertos y la insobornable querencia de Woody Allen al cine de Bergman, que nunca le ha abandonado del todo.
Las clases altas inglesas son las que Allen nos muestra: las que todavía se rebajan a reir con el cómico ( el mago de tercera metido a detective o a petrolero que Woody Allen borda ) mientras les hace trucos de cartas en un “typical english garden” al que no le falta ni laberinto ni mesitas rococó para el té de las cinco.
La abundancia de gags excusa la liviandad de la trama: una joven aspirante a periodista americana que pasa una temporada en Londres recibe una confidencia de ultratumba: la identidad del asesinato del tarot, que asola Londres matando prostitutas de pelo negro y corto. El acusado es un hombre de éxito, hijo de un Lord, flemático en su modernidad, asombrado de la espontaneidad de quien, en busca de pistas que diluciden la verdad de los asesinatos, acaba enamorándose de su objeto investigado, como ella bien reconoce.
El enredo no garantiza carcajadas: Woody Allen no pretende tal cosa. Su humor ( siempre ha sido así ) es lingüístico, sólidamente anclado en la solvencia de su lenguaje, que rebusca la complicidad con un espectador ya al tanto de sus giros y completamente entregado a su muy particular forma de entender la vida. Scoop, en este sentido, no es Misterioso asesinato en Maniatan, de la que es ciertamente deudora, pero nos brinda la oportunidad magnífica de recuperar ese rato entre lo tradicional y lo cinematográfico que supone ir al cine ( yo desgraciadamente la he visto en su formato de dvd ) y dejarnos llevar por las ocurrencias de este geniecillo neoyorkino. Scoop es una obra menor, no cabe duda. Quienes esgrimen su ligereza no están faltos de argumentos, pero Woody Allen puede hacer otro Scoop este año y este escribiente no tardará en acudir al estreno. En el reino de los ciegos dicen que el tuerto es el rey y esta inocente ( en apariencia ) comedia de situación que Allen regala después del puñetazo en la mesa que supuso Match point abunda en escenas antológicas que bien pudieran haberse colado en cintas de más tronío. No faltan ni siquiera esos guiños cinéfilos tan suyos: el Aqueronte funesto, la barca con los muertos y la insobornable querencia de Woody Allen al cine de Bergman, que nunca le ha abandonado del todo.
1 comentario:
Película divertida, que no es de la mejores de Allen, pero que no desmerece.
El guión no es flojo y la ironía de Woody se huele en el ambiente. Pasé un gran rato.
Saludos desde butaca 4
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