Temo discrepar, por una vez, con la ortodoxia cinéfila militante que asegura la excelencia de un film cuando yo únicamente contemplo más de lo mismo, pero en este caso ( y eso sí que es relevante ) con esa descontaminación cultural atribuible a la cultura coreana. Temo discrepar porque no he visto mucha crítica pesimista y hay más alabanza que disidencia. A The Host se le atribuyen excesivas virtudes cuando atesora ( es cierto ) sólo algunas.
La herencia nipona de monstruo post-nuclear ha cuajado poderosamente en la idiosincracia de un país de enormes adherencias occidentales, que tiene en Hollywood un referente cultural próximo y que cela innegables patrimonios de identidad propios. En este contexto, Bong Joon-ho perpetra la jugada maestra de este arranque de milenio: una película de monstruos ajena al merchandising yankee y con suficientes encantos nacionales como para encandilar a todo coreano con ganas de juerga icónica y con mucha influencia hollywoodiense, por supuesto.
Corea del Sur no es un territorio blindado: es poroso, es permeable. Esta fábrica de sustos tampoco asusta en exceso: el monstruo está bien explicado, está bien diseñado y está sorprendentemente bien dosificado, aunque aparezca mucho más que los aliens y los tiburones que han nutrido el cine- con- criatura reciente. Por todo esto o por más que se desgranará renglones más abajo, The host no entusiasma. ¿ Gusta ? Pues no disgusta, que ya es bastante. El recurso familiar está bien enfocado, pero mal escrito. No entendemos el humor coreano o el amasijo pseudodramático de lágrimas de cocodrilo que los esforzados personajes sueltan para que entendamos que están muy apenados por la pérdida de la pequeña de la familia, que viene a ser el eje emocional sobre el que bascula todo el (engorroso) metraje.
Conteniendo escenas portentosas como la primera vez que vemos al monstruo a orillas del río Han de Seúl, The host flaquea después por el peso de su propia maquinaria de ficción. Da igual que haya aguerridas tomas de posición respecto a las armas químicas o que uno entienda que el director ha querido colarnos un discurso sutil sobre los peligros de la dictaduras del Estado del Bienestar. Todo eso está muy bien, pero el edificio se cae cuando nos damos cuenta de que veinte minutos de muy buen arranque han escenificado ya todo lo que queríamos ver. El resto es un abuso de chistes bobos y de recorridos tecnológicamente conseguidos por el alcantarillado de la ciudad.
La herencia nipona de monstruo post-nuclear ha cuajado poderosamente en la idiosincracia de un país de enormes adherencias occidentales, que tiene en Hollywood un referente cultural próximo y que cela innegables patrimonios de identidad propios. En este contexto, Bong Joon-ho perpetra la jugada maestra de este arranque de milenio: una película de monstruos ajena al merchandising yankee y con suficientes encantos nacionales como para encandilar a todo coreano con ganas de juerga icónica y con mucha influencia hollywoodiense, por supuesto.
Corea del Sur no es un territorio blindado: es poroso, es permeable. Esta fábrica de sustos tampoco asusta en exceso: el monstruo está bien explicado, está bien diseñado y está sorprendentemente bien dosificado, aunque aparezca mucho más que los aliens y los tiburones que han nutrido el cine- con- criatura reciente. Por todo esto o por más que se desgranará renglones más abajo, The host no entusiasma. ¿ Gusta ? Pues no disgusta, que ya es bastante. El recurso familiar está bien enfocado, pero mal escrito. No entendemos el humor coreano o el amasijo pseudodramático de lágrimas de cocodrilo que los esforzados personajes sueltan para que entendamos que están muy apenados por la pérdida de la pequeña de la familia, que viene a ser el eje emocional sobre el que bascula todo el (engorroso) metraje.
Conteniendo escenas portentosas como la primera vez que vemos al monstruo a orillas del río Han de Seúl, The host flaquea después por el peso de su propia maquinaria de ficción. Da igual que haya aguerridas tomas de posición respecto a las armas químicas o que uno entienda que el director ha querido colarnos un discurso sutil sobre los peligros de la dictaduras del Estado del Bienestar. Todo eso está muy bien, pero el edificio se cae cuando nos damos cuenta de que veinte minutos de muy buen arranque han escenificado ya todo lo que queríamos ver. El resto es un abuso de chistes bobos y de recorridos tecnológicamente conseguidos por el alcantarillado de la ciudad.
La especulación política cobra vida con nitidez. El monstruo es la excusa para acogotar el cuello del ciudadano. Suele pasar. La familia protagonista ( excusad que no dé nombres ) es retratada con un verismo a la italiana, pormenorizando quizá con demasiado rigor sus razonamientos y su psique. No es una película de Bergman ni de Sirk. Ni su listo director lo exige. The host puede indicarnos la temperatura moral de un país hastiado del colonialismo cultural americano: los médicos son americanos, el culpable de toda la barbarie es americano y los métodos resolutivos son americanos, es decir, excesivos, cinematográficos, ampulosos, huecos, baldíso, en última y evidente instancia.
El "kaiju" o cine asiático a lo Godzilla y compañía le debe The host un reverdecimiento de dimensiones impredecibles. Si hasta ahora occidente iba a Corea-Japón a robar guiones de fantasmas y alucinados, ahora tenemos un filón blockbusteriano, una veta de oro inédita. Me temo lo peor. No teníamos bastante con los americanos y ahora tenemos criaturas de ojos rasgados para atropellarnos en las carteleras.
Otra inconveniencia destacable es la mixtura entre cine de terror y cine cómica. Hay ratos en los que uno no sabe si asiste a una parodia a lo Scary movie o al original. La épica familiar está deslabazada, deshilachada. Esos momentos de intimidad doméstica peca de naïf, se arroba una no pedida bis cómica que hace que todo el conjunto pierda brío. Por el contrario, las escenas con monstruos compensan esta bajada de tensión. Hemos criticado muchas veces que el cine apoyado en la presencia de una criatura ( Depredador, Alien, Tiburón, los asuntos jurásicos o Mimic ) evidencian carencias dramatúrgicas sobresalientes: personajes sin sustancia, argumento rayano en lo invisible. Pues ahora se tiene uno que desdecir. Lo que falla en The host es precisamente todo esto: la cosa familiar, el plano estrictamente emocional. Qué le vamos a hacer.
Hay cambios de registro innecesariso, bruscos. Hay actores esforzados a los que no podemos jerarquizar en buenos o malos porque el guión que se les brinda no ofrece el suficiente atractivo como para que su labor esplenda y emocione. La pregunta se hace, después de todo esto, fundamental: ¿ Hace falta emoción en una peli de bichos ?
No debe desprenderse de esta reseña la idea de que la película no es mala. No lo es, en absoluto. Lo que no es y no hay que buscar tres pies a los bichos mutantes es un film sobresaliente o relevante o como uno quiera decir. No es savia nueva al fantastique. Tampoco hay un antes y un después en el cine de monstruos. Tres minutos de Alien en la Nostromo llenan más que veinte de éste por el alcantarillado de Seúl.
No se despiste el lector ávido de emociones fuertes. Las escenas que abren el film ( el ataque del monstruo a las orillas del río ) son absolutamente recomendables. ¿ Vale la pena pagar por diez minutos ?
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