Los discos erigidos a beneficio de un batería de fuste suelen pecar de abusos predecibles, énfasis fraguados en la sonancia de un instrumento sólido en la arquitectura del jazz, pero casi nunca solista al modo en que lo es la cuerda o el viento. La batería lleva otra historia. Tampoco Ed Thigpen es Max Roach, Art Blakey o Elvin Jones , pero este Out of the storm pasa con nota alta cualquier intento de desmontarlo a pesar de contener excentricidades escritas para desconcertar al aficionado purista y granjearse la atención de un oyente de exigencias menores y también un menor conocimiento de la esencia más propia del jazz, que es el riesgo y la capacidad de automodificar su escritura para entregar músicas distintas, lenguajes complejos casi nunca decodificables a la primera como si de una melodía ligera se tratase. El jazz tiene siempre un plus de intención.Sólo hay que pasearse por el tono fresco y desenfadado, melódicamente inconveniente, de piezas como Cielito lindo, pero estamos en abril de 1.966 ( ahí mi madre alumbró a este escribiente amateur ) y era ésa una época de licencias abundantes y hubo caprichos de esta guisa en mucho repertorio serio.Lo que tiene Out of the storm es encanto, uno por encima de encasillamientos conceptuales y ajeno por entero a jerarquías, prosas varias y toda la morralla que en ocasiones la literatura del jazz comporta. Siendo un disco ciertamente menor, es honesto en su conquista de un territorio válido, la de un jazz genuino, de sonoridades siempre muy agradables, de adherencias sonoras duraderas. El casting no es manco: Burrell a la guitarra, un joven Hancock al piano, Ron Carter al bajo y la trompeta veterana de Clark Terry, amén de la contundencia de un Ed Thigpen en la cúspide de su carrera, liderando una banda y sacando discos, que no es poco ( insisto ) siendo un batería.
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1 comentario:
y además suena estupendamente para ser de la época que es....
Un discazo, sin paliativos. Éste jazz es el que a mi me gusta. Dificultades para otros.
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