1.3.07

LA VIDA ABISMAL : Spleen y caducidad


Ventura Pons me ha parecido siempre un director literario y no porque se deja arruinar un film por un exceso de prosa hablada sino por imaginar que debajo de la película había un novela y, en la mayoría de los casos ( pienso ahora en Quim Monzó, un escritor prodigioso ), una novela buena. No es éste lamentablemente el caso. Pons tira de una obra de Ferran Torrent que cuenta la iniciación de un joven en los ambientes crápulas de la nocturnidad. Entonces hay putas, gente canalla y de mal vivir. O a lo mejor ésa es la vida y lo demás son flecos, apéndices, rellenos. El joven virginal abre ese catecismo perverso y lo estruja con voluntad de aprender en poco tiempo lo que la vida entrega en años. Esto es, la experiencia. La vida abismal decepciona por una más que inconveniente puesta en escena, que no es creíble, que se advierte chapucera por más que el argumento deslumbra en escenas sueltas ( tal vez el principio ). No he visto a Óscar Jaenada haciendo de Camarón, pero aquí anda atribulado, confundido, despistado, deprimido, como la canción de Hilario Camacho. No se le ve a gusto y está el personaje como deseando que la película acabe.El Chino ( así se llama ) está de vuelta de mucho, pero el actor que nos lo pone en pantalla no lo explicita: se queda en una impertinente gestualidad y en un rostro con intenciones, aunque inexpresivo.Personajes que viven al límite no llenan una película por mucho que haya lo que uno supone que va a haber contando la historia que sospechamos que nos van a contar, pero todo se aviene a la precariedad cuando lo que pide es apasionamiento ( enfermizo si se quiere cuando los temas que se narran son grandes y requieren grandes palabras o una voluntad también grande de no arruinarlo todo por no cuidar detalles ). Me viene ahora a la memoria la escena ( patética ) de la declaración de amor con la chica francesa. Si ponen un tráiler y dan esas escenas, ¿ va uno al cine ?Ventura Pons hizo El porqué de las cosas (1993)-, su mejor film, y Anita no pierde el tren (2000). Busque el amable lector en algún videoclub alguna de ellas o las dos y verá que hay oficio y maneras. La primera fascina. Aquí no hay encantamiento, ni por asomo.

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