El costumbrismo depara un tipo de cine a la verité, airoso en su muy estimable función de prefigurar un relato naturalista, colorido y ameno, nada retorcido, convencido de la esencia eminentemente narrativa de su propuesta. El inventario de avatares nunca excede la cotidianidad de un espectador invariablemente involucrado en una trama casi siempre cercana, íntima, raya en lo biográfico. A todos nos puede pasar lo que vemos igual que a casi nadie le ocurren las cosas que vive Bruce Willis en sus junglas de cristal o en las aventuras épicas de Peter O'toole en su Lawrence de Arabia.El abundante mérito de Stephen Frears es manejar la historia de Roddy Doyle ( autor de "The Barrytown", trilogía cuya primera y áspera parte era aquella "The commintments" del otrora en primera fila Alan Parker y con un reparto casi idéntico a este Café irlandés ) y extraerle la poderosa carga localista ( Dublín, años 80 ) y entregar una obra universal, de fácil reconocimiento, de empatías inmediatas, sin condescender a lo político ni naufragar en lo tópico, sin dejar nunca de abastecernos de verdad, verdad que bascula entre lo cómico y lo dramático sin escorar en exceso por ninguna de las dos. El amable lector puede tener la certeza de que hay raciones generosas de ambas.
Frears regresaba a su casa, la BBC, después de facturar "Héroe por accidente", un sainete a lo Capra que no tuvo gloria en Hollywood, pero que no desmerece al completo de su obra. En este medio británico, Frears se permite licencias y sutilidades, guiños con sarcasmo y dulzura o emotividad a raudales. Todo está permitido. A diferencia del otro maestro de lo costumbrista ( Ken Loach ), Frears no agobia, no apabulla con estampas miserables, con retratos oscuros de la sociedad empobrecida y de sus corsés sociales.La imponente actuación de Colm Meany como padre apesadumbrado por el embarazo de su hija ( y su negativa a dar el nombre del padre ) da al film un poso de humanidad muy considerable y que consigue que este "mocoso" ( The snapper, tal es el título original en inglés ) sea cine entretenidísimo, muy bien hecho y de recuerdo imborrable en nuestra memoria cinéfila. Con pocos mimbres, se pueden hacer sillas estupendas.
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