
Ser como James Stewart en las películas del Oeste, improvisar épicas en un saloon, andar como un héroe doméstico y sencillo, arrancar luego por pistolas y alfombrar de balas la tarde.
Uno no nacería menguado y frágil en tamaño y en conciencia, ni iría después creciendo en juegos y en llantos, en dioses y en fábulas, prob...
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