Podría ser otra película de visitantes metidos en una espiral de violencia en un ambiente hostil lleno de lugareños malvados, pero queda en otro thriller rural acunado por todos las convenciones del género. Huele a Sam Peckinpah ( Perros de paja ) y da también tufillo a John Boorman ( Deliverance ), aunque no hay un plagio flagrante y queda todo en una evidencia muestra de respeto y tributo hacia esos dos maestros del cine, pero Bosque de sombras ( The backwoods ) lastra un guión de una precariedad asombrosa teniendo en consideración el trabajo casi artesanal de un director ( Koldo Serra ) que mima su trabajo y lo reviste de una calidad fuera de toda discusión: brilla la fotografía, el aspecto actoral y una suerte de localización de exteriores de la que no teníamos noticia en el reciente cine nacional.
El argumento nos castiga con una lentitud que exaspera: no es una morosidad apetecible sobre la que descanse algún mimbre del guión. Todos tenemos certeza del rumbo sobre al que a virar la trama. En parte porque hemos visto Perros de paja o quizá porque el trabajo de la escritura no ha estado tan a la altura como todo lo demás. Ni un absolutamente genial Gary Oldman ( que gana enteros en este papel pequeñito en su carrera, pero grande en su filmografía de calidad ) consigue que podamos involucrarnos más en la película.
Bien abastecida de los clichés al uso que pueblan el género, Bosque de sombras no se preocupa en retocarlos, en conducirlos a su terreno. Los patrones estilísticos están filmados con soberbio estilo: queda uno muy gratamente impresionado por la luz ( hay escenas que se quedan fijadas a la memoria después de ver la película ), pero se desastra el conjunto con un estrépito que nos encorajina pues quisiéramos ( es mi caso ) que la cinta contuviese otros méritos para llegar con plenitud hacia donde apunta: hacia una película redonda en un debutante, miren ustedes qué asunto más difícil. Lo consigue Jorge Sánchez-Cabezudo en su primorosa La noche de los girasoles, ya criticada en estas páginas.Este retrato abrupto y seco sobre la violencia y la incomunicación acaba por defenestrar sus innegables aciertos con un final también abrupto y seco en donde no sabemos más y ( puestos a estar fascinados por la trama ) bien que lo querríamos. Esa falta de información no contribuye a que la reseña sea más golosa en adjetivos hermosos y se adhiera ( sin disimulos ) a ese lamentable inventario de películas estupendas ( algunas casi obras maestras ) que se mueren por alguna hemorragia revisable, por algún fallo en la tornillería que hace que el edificio se venga abajo justo en el momento en que más estábamos disfrutando de su escalada.
A destacar la presencia de un Lluis Homar en estado de gracia en el papel de garrulo vengativo rodeado de garrulos tarados. Las tres películas que le conozco ( La mala educación, Los Borgia y ésta ) demuestran un oficio enorme y un futuro ( y ya tiene el hombre sus años ) a considerar.
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