Basta oir Intervention para saber qué pretenden The Arcade Fire: mezclar Roy Orbinson, Johnny Cash, órganos catedralicios y coros a lo Jesucristo Supertar. El resultado es una soberbia incursión en el territorio atormentado del pop. Esta Biblia de neón posee un sonido más adulto que el anterior ( estupendo ) Funeral. El vigoroso timbre de Win Butler oficia la ceremonia del desencanto porque este disco es un disco triste, oscuro y melancólico. La espesura de su textura musical puede apabullar: hay, en ocasiones, una manta de sonidos tan rica que la melodía no se percibe con nitidez. Ecos de los Pulp primarios y ribetes de Talking Heads, pero son The Arcade Fire, una banda canadiense bendecida por U2 o David Byrne, Peter Gabriel y The Cure. “Son las piezas más bellas, emotivas y apasionadas de compositores brillantes”, dijo Bowie, instigando a su público a que salieran a comprar el disco.
Esta segunda obra remite a la también segunda ( y última ) obra del escritor de culto John Kennedy O'Toole, de igual título y de idénticas adherencias religiosas. Las orquestaciones desmesuradas y la intrigante y sutilísima coreografía de la guitarra, unos teclados precisos y, sobre todo, la batería atentísima sobre la voz épica de Butler confieren a la obra un aire de himno que difícilmente escapa a nadie, incluso en escuchas prejuiciosas por mor de la sobredimensionada irrupción del disco en el panorama rock mundial. No en balde han sido ya bautizados como la banda de la década y otras inconveniencias comerciales que no ayudan en nada a la consolidación de su genialidad. Como a tantos otros les ha pasado.
No busque el lector accidental un disco de pop tarareable. No hay aquí pegajosas canciones pop de consumo rápido. Esto es un disco arriesgado, grabado en una iglesia abandonada a las afueras de Montreal, repleto de letras de un romanticismo decadente que entusiasmará al oyente curioso escruta hasta los últimos créditos de los discos. Éste tiene entretenimiento abundante.Y hará historia. Historia personal, al menos.
Esta segunda obra remite a la también segunda ( y última ) obra del escritor de culto John Kennedy O'Toole, de igual título y de idénticas adherencias religiosas. Las orquestaciones desmesuradas y la intrigante y sutilísima coreografía de la guitarra, unos teclados precisos y, sobre todo, la batería atentísima sobre la voz épica de Butler confieren a la obra un aire de himno que difícilmente escapa a nadie, incluso en escuchas prejuiciosas por mor de la sobredimensionada irrupción del disco en el panorama rock mundial. No en balde han sido ya bautizados como la banda de la década y otras inconveniencias comerciales que no ayudan en nada a la consolidación de su genialidad. Como a tantos otros les ha pasado.
No busque el lector accidental un disco de pop tarareable. No hay aquí pegajosas canciones pop de consumo rápido. Esto es un disco arriesgado, grabado en una iglesia abandonada a las afueras de Montreal, repleto de letras de un romanticismo decadente que entusiasmará al oyente curioso escruta hasta los últimos créditos de los discos. Éste tiene entretenimiento abundante.Y hará historia. Historia personal, al menos.
3 comentarios:
el disco del año, sin duda. Por qué del año. Del milenio. Me gusta sobre todo black mirror, la que abre. Es una pasada. Un descubrimiento. A mi me recuerdan a Prefab Sprout por momentos.
me gustó más funeral. Estaba menos elaborado, era mas amateur. Ahora es un disco estupendo, no lo niego, pero le falta la frescura de antes.
¿ serán buenos después de tanta buena critica ? asi se han perdido tantos grupos...
Funeral era bueno, Ana belén, pero este es mejor. La elaboracion, como tu dices, les ha dado mas oficio y ahora son una banda de garantias. Antes era simplemente un buen disco. Ahora son una buena banda.
Manuel L.
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