Caso de que el cine no hubiese puesto su ojo financiero en el cómic, éste habría sobrevivido otros cien años y se habría granjeado la fidelidad incondicional de un buen puñado de entusiastas de todas las edades, pero no hay filón que Hollywood no prospeccione y Spiderman es uno lo suficientemente espectacular como para que la franquicia del personaje de Stan Lee prometa convertir a sus espectadores adolescentes en padres y quién sabe si al final acudan al cine con sus hijos. Como a mí me ha pasado, salvo que yo mamé el cómic en los últimos setenta y hasta me dolió comprobar cómo el blanco y negro maravilloso se convertía en un color chillón. Así que este fan confeso del trepamuros se deja llevar por el encantamiento y la fabulación y va a escribir que Spiderman 3 es una buena película: como lo fueron las anteriores. A renglón seguido me convierto en el Spiderman mutado en Spiderman malo y bajo la calificación: Spiderman 3 es una película mediocre. Si prosigo en esta rebaja moral seguro que acabo con lo que quizá, en el fondo, me tema: que Spiderman 3, la película esperada, el gozo cinéfilo de este escribiente criado al olor de la tinta de la Marvel Comics Group, es una mala película, aunque ( no confundamos ) un entretenimiento de muchísima altura.
No me ciega la apabullante coreografía de vuelos y de enfrentamientos para reconocer que la trama pesa lo suyo y que hay un momento en el que no podemos soportar la presión dramática de tres enemigos mortales empestillados en reventarle la cabeza a Peter Parker. El Duende Verde, el Hombre de Arena y el terrorífico Venom, que sale poco y merece un capítulo aparte, darán cumplidas alegrías al público infantil y adolescente, fascinado por la fanfarria estruendosa de esos héroes con poderes que materializan todos sus sueños, hechizado por el reverso tenebroso de la fuerza, pero en esta entrega fatigan, abruman, rematan a base de mamporros infográficos la paciencia del público adulto, que no tarda mucho en darse cuenta de que no está asistiendo a una película seria ( al modo de La vida de los otros o Cartas de Iwo Jima o El crepúsculo de los dioses ) sino a una ópera bufa moderna que mezcla sin excesos el drama, la vena cómica y la acción trepidante.
Este cine de palomitas tan grato contiene trazas de cine de calidad, imágenes absorbentes que encantarán a cualquier gourmet del séptimo arte: el nacimiento del Hombre de Arena es fabuloso, lírico, filmado con toda la indispensable contribución de la tecnología pero con gusto artesano y hasta con mimo. Raimi es un fan de la serie y hasta ha admitido que la creación de uno de los malvados ( el tal Venom, que igual hasta merece franquiciado propio ) ha sido particularmente disfrutable.
Toda esta grandilocuencia operística se rebaja a pastiche agradable: su marca de fábrica no es otra que la distracción, el empeño singular de embaucar al respetable durante 150 minutos y que salga de la sala encogido, sobrecogido y, sobre todo, encantado de haber tenido esos minutos para disfrutar de la gloria absoluta del cine B embutido en un presupuesto de muy generosa serie A. En mitad de todo este embrollo de héroes y villanos, de máscaras y de puñetazos, se abre a codazos una historia de amor que, vista la publicidad, temía yo más larga y, al final, no ha enmarañado el propósito fundacional de la historia.
La más que inexpresiva Kirsten Dunst da a la Mary Jane clásica un perfil trágico que no convence, pero tampoco hay un libreto digno para que la moza se agarre al texto y dé con la tecla creíble. El amor y el cine de acción nunca han matrimoniado bien. No hay film de acción que exhiba melodramas a lo Sirk como no hay película de King Vidor que guarde entre sus hallazgos épicas aventuras o escenas engastadas en la dureza inmarcesible de los puños del héroe de turno. Así es la vida. O el cine. Hibridar géneros tan dispares no es tarea fácil y Sam Raimi, que cumple en la parte dinámica, se pierde en sus disquisiciones sobre la insoportable levedad del héroe. Éste, además, americano, entronizado a la iconografía de las barras y estrellas y adorado como nunca por la hipnotizada parroquia de lugareños pasmados por el innegable encanto de nuestro vecino y amigo Spiderman.
Que Peter Parker esté idiotizado por su nuevo disfraz de icono pop permite que Raimi, atento observador de la psicología proppiana del héroe, ralentice el vértigo de tejados y telarañas para escribir un discurso pretendidamente profundo de las circunstancias del valor, de la pérdida de la identidad y también de la conquista de la compasión. Esta madeja casi shakesperiana de valores y conceptos, filigrana teórica que a veces resulta insulsa y otras excesivamente pesada, haría las delicias de un Freud de estos tiempos, que vería con estupendos ojos la figura metafórica del traje que extrae el mal y lo eleva al paroxismo de las delicias acrobáticas ( eso es cosecha mía, no elucubración freudiana ).
En fin, que he vuelto del cine y he vuelto resueltamente feliz. No pide uno que estas distracciones mayúsculas alimenten la cinefilia - para eso tengo esta noche alguna ración de Orson Welles ya preparada en dvd - . Tampoco persigo encontrar el júbilo absoluto y que la reseña esté inflada de elogios. Escribo con esa sensación agradable de haber cumplido una tarea y no haber salido excesivamente dañado en la empresa. Temía yo, insisto que soy fan confeso de Spidey, que se traicionara mi admiración, mi devoción, mi natural inclinación a perdonar todo exceso que desequilibre mis ansias y mis vicios, y casi nada de eso ha pasado. La franquicia está sólidamente asentada en el guión perfecto del dólar: Columbia no ha escatimado ni uno solo. Le importa bien poco que las revistas gloriosas del ramo y la crítica bloguera/cibernética en general destrocen a base de prosa homicida las bondades de su producto.
A mí me ha parecido que tenemos Spiderman para rato. Y puesto a comparar Harry Potter no tiene la estupenda cara de tonto que pone Tobey Maguire en algunos vergonzosos ( por ridículos, bailes incluidos ) trozos del film. O a lo mejor Harry, demonizado por algún íncubo del tres al cuarto, da mejor cara de memo.
No me ciega la apabullante coreografía de vuelos y de enfrentamientos para reconocer que la trama pesa lo suyo y que hay un momento en el que no podemos soportar la presión dramática de tres enemigos mortales empestillados en reventarle la cabeza a Peter Parker. El Duende Verde, el Hombre de Arena y el terrorífico Venom, que sale poco y merece un capítulo aparte, darán cumplidas alegrías al público infantil y adolescente, fascinado por la fanfarria estruendosa de esos héroes con poderes que materializan todos sus sueños, hechizado por el reverso tenebroso de la fuerza, pero en esta entrega fatigan, abruman, rematan a base de mamporros infográficos la paciencia del público adulto, que no tarda mucho en darse cuenta de que no está asistiendo a una película seria ( al modo de La vida de los otros o Cartas de Iwo Jima o El crepúsculo de los dioses ) sino a una ópera bufa moderna que mezcla sin excesos el drama, la vena cómica y la acción trepidante.
Este cine de palomitas tan grato contiene trazas de cine de calidad, imágenes absorbentes que encantarán a cualquier gourmet del séptimo arte: el nacimiento del Hombre de Arena es fabuloso, lírico, filmado con toda la indispensable contribución de la tecnología pero con gusto artesano y hasta con mimo. Raimi es un fan de la serie y hasta ha admitido que la creación de uno de los malvados ( el tal Venom, que igual hasta merece franquiciado propio ) ha sido particularmente disfrutable.
Toda esta grandilocuencia operística se rebaja a pastiche agradable: su marca de fábrica no es otra que la distracción, el empeño singular de embaucar al respetable durante 150 minutos y que salga de la sala encogido, sobrecogido y, sobre todo, encantado de haber tenido esos minutos para disfrutar de la gloria absoluta del cine B embutido en un presupuesto de muy generosa serie A. En mitad de todo este embrollo de héroes y villanos, de máscaras y de puñetazos, se abre a codazos una historia de amor que, vista la publicidad, temía yo más larga y, al final, no ha enmarañado el propósito fundacional de la historia.
La más que inexpresiva Kirsten Dunst da a la Mary Jane clásica un perfil trágico que no convence, pero tampoco hay un libreto digno para que la moza se agarre al texto y dé con la tecla creíble. El amor y el cine de acción nunca han matrimoniado bien. No hay film de acción que exhiba melodramas a lo Sirk como no hay película de King Vidor que guarde entre sus hallazgos épicas aventuras o escenas engastadas en la dureza inmarcesible de los puños del héroe de turno. Así es la vida. O el cine. Hibridar géneros tan dispares no es tarea fácil y Sam Raimi, que cumple en la parte dinámica, se pierde en sus disquisiciones sobre la insoportable levedad del héroe. Éste, además, americano, entronizado a la iconografía de las barras y estrellas y adorado como nunca por la hipnotizada parroquia de lugareños pasmados por el innegable encanto de nuestro vecino y amigo Spiderman.
Que Peter Parker esté idiotizado por su nuevo disfraz de icono pop permite que Raimi, atento observador de la psicología proppiana del héroe, ralentice el vértigo de tejados y telarañas para escribir un discurso pretendidamente profundo de las circunstancias del valor, de la pérdida de la identidad y también de la conquista de la compasión. Esta madeja casi shakesperiana de valores y conceptos, filigrana teórica que a veces resulta insulsa y otras excesivamente pesada, haría las delicias de un Freud de estos tiempos, que vería con estupendos ojos la figura metafórica del traje que extrae el mal y lo eleva al paroxismo de las delicias acrobáticas ( eso es cosecha mía, no elucubración freudiana ).
En fin, que he vuelto del cine y he vuelto resueltamente feliz. No pide uno que estas distracciones mayúsculas alimenten la cinefilia - para eso tengo esta noche alguna ración de Orson Welles ya preparada en dvd - . Tampoco persigo encontrar el júbilo absoluto y que la reseña esté inflada de elogios. Escribo con esa sensación agradable de haber cumplido una tarea y no haber salido excesivamente dañado en la empresa. Temía yo, insisto que soy fan confeso de Spidey, que se traicionara mi admiración, mi devoción, mi natural inclinación a perdonar todo exceso que desequilibre mis ansias y mis vicios, y casi nada de eso ha pasado. La franquicia está sólidamente asentada en el guión perfecto del dólar: Columbia no ha escatimado ni uno solo. Le importa bien poco que las revistas gloriosas del ramo y la crítica bloguera/cibernética en general destrocen a base de prosa homicida las bondades de su producto.
A mí me ha parecido que tenemos Spiderman para rato. Y puesto a comparar Harry Potter no tiene la estupenda cara de tonto que pone Tobey Maguire en algunos vergonzosos ( por ridículos, bailes incluidos ) trozos del film. O a lo mejor Harry, demonizado por algún íncubo del tres al cuarto, da mejor cara de memo.
En otro orden de cosas, impagable, en su vis cómico-cinéfila, la aparición diminuta y jocosa del fetiche particular de Raimi, el actor Bruce Campbell como maitre de un restaurante francés en donde Peter Parker pretende declararse a Mary Jane Watson.
Además el héroe Spiderman llora a raudales. Todos lloran. Sensibles.
Un melodrama parece, aunque no lo pretende.
4 comentarios:
No ha sido para tanto. No ha merecido la pena. No hay que esperar tanto tiempo, yo también estuve, para tan poca cosa. O a lo mejor, señor emilio, lo que pasa es que ya no somos muchachos y no nos interesan estas cabriolas de circo en el aire y héroes con mallas yendo por el aire ..
de todas formas, lya veo que se ha dado cuentqa de todo esto al leer su muy correcta critica
Y que lo diga usté, mi dilecto amigo...Spiderman se va pareciendo cada vez más a neuroticman con sus balanceos no únicamente por la red sino por entre las faldas de la Mary Jane y ahora la rubita clara que está para mojar sopas y él que ni se entera...
Muy ñoño parecióme el bis del beso de la mujer con la araña, mu8y sosa la Mary jane con menos expresion en la cara que un anuncio de netol y estoy de acuerdo que lo mejor sea Sand man, qu el tío se va a ahorrar la tira en jerseys...
Para amantes de la acción sin preguntar nada al salir del cine. Todo un lujo de peli que, si tienes la fortuna de que alguien en la fila de atrás te la subcomente a cda mamporro, se convierte en experiencia totalmente única...
Ah, y a quién no le recuerda venom aquello del reverso tenebroso? O al Dr. Jeckyll en plan virus hipergaláctico? A nadie le he recordado el salivajo negro arrastrándoes en casa del Parker a Alien cuando pequeñito?
Bueno, amigos.. quizá la edad nos torne exigentes y ya esté como mi abuela ,q ue sólo le gustaban las pelis en blanco y negro, pero.. para echar un rato de acción.. que acabaré viéndola quinientas veces más- mi hijo me obligará- imagino siempre habrá un ángulo o detalles que me había perdido en la sesión anterior..
Saludos, my friend...
Como sabes, Emilio, los halagos fáciles no van conmigo, pero no puedo dejar de aplaudir (pese al empanamiento mental que arrastro) tan certera reseña que bien podría haber firmado yo. Punto por punto además.
Creo que Raime ha ido perdiendo el norte según ha ido avanzando la serie. Pretende darle una gravedad a la historia que es completamente ajena al cómic. Se pierde constantemente en memeces que a nadien importan, y, lo que es peor, termina convirtiendo la función en una parodia inconsciente. Los últimos 20 minutos provocan vergüenza ajena, sinceramente.
En cuanto a las escenas de acción que algún superordenador diseñó, sólo decir que yo no vi nada. Me temo que la era informática terminó por superarme.
Saludos, Emilio
Gran post Señor Emilio. Yo me lo tomé mas a cachondeo y eso que los años también me pesan ¿EH?
Saludos
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