18.5.07

Retrato de una obsesión: Me enamoré del hombre-lobo




Progresivamente desprendida del encanto inicial, Retrato de una obsesión se posiciona en ese muy resbaladizo limbo de películas inclasificables que no merecen el aplauso, pero tampoco la desidia, el desinterés. Al tratarse de un más que libre biopic sobre la fotógrafa Diane Arbus, hay licencias que no se ajustan a la linealidad de las formas ( la película entera es un estomagante flashback ) así como desproporcionadas alegorías sobre la libertad de expresión, la toma de decisiones y la voluntad sobre modificar el curso de nuestras vidas por más que un destino supraterreno o invisible parezca tozudamente empeñarse en regalarnos. En esto, la película es ejemplar, en lo que tiene de subversivo, de transgresora. Hay que entender este amor extraño entre la bella Kidman y el feo Robert Downey Jr. como el verdadero asunto del film, aunque luego desbarre en ocasionales demostraciones de lo que guión no lo suficientemente trabajado puede ocasionar a la impresión general que nos causa una película. Al Cocteau de La bella y la bestia no le habría importado firmar la relación de estos personajes.
La pertinente etiqueta de biografía novelada que abre el título del film nos sugiere que el director, Steven Shainberg, perpetrador de la también excéntrica Secretary, va a colarnos un sobrevitaminado relato sobre las relaciones humanas. Y en efecto, esto sucede, pero Shainberg prefiere bucear en lo fantástico, en la parte etérea del alma, en esa en la que lo anormal atrae y la belleza, convulsa o no, como decía Breton, pasa a ocupar un plano necesariamente secundario.El progresivo proceso de afeamiento de la diva Kidman en su rol de fotógrafa súbitamente iluminada por lo freak es digno de figurar en la colección privada de cualquier aficionado a lo kitsch. Especial mención para el vecino inquietante, amoral, embutido en su traje de soledad y de compasión, que la introduce en el mundo de la farándula sin que ningún circo de pueblo ponga atrezzo a esa crucial transformación.
Tristemente lastrada por su inequívocamente inconsciente título en español, Fur ( piel ) es una obra curiosa, un punto y aparte en el inventario de películas que vemos a diario. Ésta no va a engrosar nuestro particular altar de joyas, no va a ser altamente recomendada a nuestros amigos cuando hablemos de cine ( sí, todavia es estupendo hablar de cine alrededor de unas cañas en un bar ), pero no es posible, en un acto sincero, machacarla, imponerle el dudoso epíteto de "caprichosa".




Este cuento sobre la fascinación de lo raro se evidencia forzado ya que la amable, gentil y siempre correcta Diane Arbus no matrimonia con el espíritu indómito, cómplice con lo desviado de la norma, que la película quiere mostrarnos y que ya sus fotografías reales se encargaron de hacer. Pueden ver algunas en este estupendo enlace. Este curioso ejemplar de mente perturbada por la infinita belleza de la fealdad se suicidió en 1.971 y la leyenda urbana que circula en los mentideros del gremio de los cotillas de la cultura es que se fotografió mientras se iba perdiendo en el más allá.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Poco puedo añadir a tu escrito, ya que coincidimos plenamente en nuestra apreciación. Tu estilo es fluido y el mío tan sedimentado como el delta de un río, aún así se complementan sin estridencias.

Todo en "Fur" es obvío (no dejo de recordar la burda metáfora del marido de Diane dejando crecer su barba tras comprender la fascinación de su mujer por Lionel) pero todo desconcierta. Sin duda es inclasificable. Tal vez sea ésa su mejor virtud.

Saludos, Emilio.

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