Ya ha abierto el circo: pasen, vean, tomen asiento, disfruten del vértigo y salgan convenientemente rebajados de preocupaciones, manumitidos de la maquinaria terca de la rutina, instalados cómodamente en el engaño. El cine ha sido siempre una fabulosa factoría de engaños. Hay películas que producen una mayor certeza de que la mentira ha ocupado nuestros sentidos y que, al final, nos hemos tragado un rollo tremebundo, una epifanía jocosa de fuegos de artificio, una celebración tridimensional del ruido. Eso es Tony Scott, un mago del ruido. Debajo late, nítida, la furia, el pulso de un director demasiadas veces ninguneado, pero vigilante celoso de una forma ancestral de hacer películas, la de mostrar un espectáculo hipnótico, una auténtica fiesta de barracón de feria. Su traca de imágenes sugerentes sigue siendo fastuosa, pero después no queda nada o queda tan poco que el tiempo, juez severo, acaba borrando los perfiles ( primero ) y esas imágenes deslumbrantes ( después ).
Scott es un autor barroco, pero su hiperbólica urdimbre de conceptos y formas no seduce como querría o como su talento hiciera sospechar porque el cine de este director está sobreimpregnado de un ingenio cargante, muy lírico, sí, pero convertido, en el abuso, en una parodia, en una caricatura que no llega al esperpento, aunque lo ronda y no es difícil vaticinar que acabará ahogado en él para satisfacción absoluto de la legión de fans que posee.
Los muchos tiros, la abundante carga de adrenalina, el erotismo light y el trepidante sentido del ritmo hacen de Domino una obra cien por cien Tony Scott. La historia de la azarosa vida de Domino Harvey conviene a este tsunami de argucias técnicas, de estética videoclipera, de resonancias pop. Escribe Richard Kelly, guionista de la cinta de culto Donnie Darko, pero lo que atrae es el movimiento psicodélico de la cámara, que parece tocada por el numen de la mescalina que se meten los protagonistas. Mickey Rourke se gana la admiración del dueño de la butaca porque es creíble: más por su pinta de macarra con mala leche que por su empeño en hacernos ver que todavía hay un actor dentro de su cerebro machacado por el boxeo y los estupefacientes.
Christopher Walken hace de Christopher Walken lo cual no es ninguna novedad, pero se lo agradecemos siempre. Este biopic acelerado debe verse con absoluta falta de exigencias cinematográficas: como oir un disco de La oreja de Van Gogh cuando ya hemos estado dentro de Dark Side of the Moon. No sé si me explico. Hay tiempo para todo. Si no lo hubiera, prescinda el amable lector de este excesivo ejercicio de egolatría.
Scott es un autor barroco, pero su hiperbólica urdimbre de conceptos y formas no seduce como querría o como su talento hiciera sospechar porque el cine de este director está sobreimpregnado de un ingenio cargante, muy lírico, sí, pero convertido, en el abuso, en una parodia, en una caricatura que no llega al esperpento, aunque lo ronda y no es difícil vaticinar que acabará ahogado en él para satisfacción absoluto de la legión de fans que posee.
Los muchos tiros, la abundante carga de adrenalina, el erotismo light y el trepidante sentido del ritmo hacen de Domino una obra cien por cien Tony Scott. La historia de la azarosa vida de Domino Harvey conviene a este tsunami de argucias técnicas, de estética videoclipera, de resonancias pop. Escribe Richard Kelly, guionista de la cinta de culto Donnie Darko, pero lo que atrae es el movimiento psicodélico de la cámara, que parece tocada por el numen de la mescalina que se meten los protagonistas. Mickey Rourke se gana la admiración del dueño de la butaca porque es creíble: más por su pinta de macarra con mala leche que por su empeño en hacernos ver que todavía hay un actor dentro de su cerebro machacado por el boxeo y los estupefacientes.
Christopher Walken hace de Christopher Walken lo cual no es ninguna novedad, pero se lo agradecemos siempre. Este biopic acelerado debe verse con absoluta falta de exigencias cinematográficas: como oir un disco de La oreja de Van Gogh cuando ya hemos estado dentro de Dark Side of the Moon. No sé si me explico. Hay tiempo para todo. Si no lo hubiera, prescinda el amable lector de este excesivo ejercicio de egolatría.
5 comentarios:
Aburrida y pesada, un tostón, un muermo: A mí me gusta muchísimo Amor a quemarropa. Y me duele que este hombre se ponga a dirigir bodrios de esta envergadura. Yo lo que quiero es cine de calidad. No cine de palomitas. ¿ Queda ?
Está infinitamente mejor el comentario que la película mismamente. Con eso está todo dicho.
De acuerdo con cárdenas, el post es bastante mas bueno que la peli. Yo la puse en la lista de las 10 peores pelis de la historia del cine, se llevó el honor con "Ultraviolet" y unas cuantas más.
COMO ODIO ODIO A PETER PAN Y A KEIRA EN ESTA PELICULA AGHHHHHHHHHHHHH
Yo me estoy aficionando a negarme el crecimiento como actriz de esta muchachita enclenque y guapita desde que la sueltan en eso de los piratas. Me incomoda mucho, y no puedo evitarlo. En Domino está subida de watios con tanta metralleta, pero tampoco convence. Sé, no obstante, que carezco de fundamentos. Es como cuando en una calle pisas una mierda y hablas para tus adentros y prometes no volver a cruzarla. La evitas. Vas por la de al lado. Aunque tardes cinco minutos más. Eso es.
Odio odio odio odio odio no será, pero repulsión, tal vez.
Rourke ha hecho grandes bodrios y grandes interpretaciones. El boxeo ha estado a punto de dejarlo completamnete zumbado, pero detrás de esa cara desfigurada por los puñetazos y la mala cirujía tiene todavía mucho talento para dar. Y de hecho lo sigue dando.
salu2
Publicar un comentario