23.5.07

Loca

Habiendo alumbrado ya prodigios suficientes, conocido por su talante serio y su estimable firmeza en las buenas formas, se reivindicó frívolo, entró en un drugstore y llenó un carro de dimensiones imprudentes con rimmel, con lencerías, con moda parisina cara. Luego llegó a casa. Voló, ufano, feliz, exultante, al dormitorio. Se miró en el novicio espejo e improvisó un mohín, uno almibarado y juguetón en el que nunca le reconocería absolutamente nadie. Un gesto como de niña traviesa y enamorada. Más tarde se sonrió satisfecho y entregó la tarde a refinar posturas antes de que viniera su esposa y le pillara en un desliz con el colorete.

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