Debe de haber un programa tipo Cripta 2.5 que genere argumentos tipo Moscú Zero. No me cabe duda después de haber naufragado mi ocio en esta insoportable demostración de que el cine también puede una fábrica de timos.
El lamentable y risible guignol de catacumbas, sombras que se desplazan, versículos de la Biblia y fantasmas prepúberes no consigue rescatarnos de la impresión de estar asistiendo a algo penoso, absolutamente patético. Una de esas raras veces en las que uno desea tener el valor como para darle al stop del reproductor ( en este caso el amado Windows media 10 ). Como no lo he tenido, he aguantado como un valiente este desatino de túneles infinitos y seres marginales que viven, es un decir, ajenos a la rutina diaria de los mortales, esto es, hacer la compra, tender la ropa, ir con los niños al colegio, pasear por los parques, tomar café con los amigos o emocionarse con una melodía de Joni Mitchell, pongo por caso. Quizá lo que suceda es que estamos hartos de esta ya agotada moda de recurrir al abastecido almacén de la religión, del infierno y de la salvación por la oración. Ni siquiera Val Kilmer, que debería estar echando tripa en su mansión californiana en lugar de pasar fría en estos apaños europeos, consigue aupar el conjunto a un nivel digno. O Vincent Gallo, otro actor de campanillas que se estrella en una trama simplona, reducida a un soporífero salvamento subterráneo entre niños de principios de siglo y bochornosas teorías sobre el infierno y el azufre de los malvados.
Ya la voz en off del ortodoxo arranque, una vista de la monumentalidad de las iglesias rusas, un aviso de que todo va a girar alrededor de sus misterios y de su embrujo, pone en jaque al espectador escéptico: quien habla, relata cómo el inframundo se ha abierto a causa de los pecados del ser humano. Que Dios y el Diablo se tocan: que bla bla bla a lo Dan Brown, que debería pedir derechos de autor por el extramadamente rico filón que han abierto sus sombras y arcángeles, su buceo interesado en los mitos de la Cristiandad. Antropólogos, sacerdotes, mercenarios conforman la fauna absurda de este cuento tonto que únicamente contentará al público insulso que no se para, ni falta que le hace, en el fondo, a pensar qué bazofia le está inoculando via óptica.
No sé si esta Luna va a continuar en el negocio del cine por muchos años o si nos hará cambiar de opinión cuando acometa un proyecto de mayor fortuna. Tal vez. Mientras, cero. Esto no es cine: sólo imágenes en movimiento.
3 comentarios:
Yo no la aguanté y encima la vi en el cine. Euros mal gastados. La próxima vez, me informo. Me fui cuando el antropólogo empieza a hablar solo en el túnel. Como si estuviéramos escuchándolo, vamos.Tomadura de pelo.
asquerosa repulsiva deprimente lo mas bajo que pueda hacer un hombre con una camara
y mira que llamarse luna
lo que no quiere es dar su nombre
Esta tía ya me mató con Náufragos...mierda de verdad, absoluta y cruel. Encima la muy lista presume de ello. Mas tarde con "Yo, puta" (que me negué a ver) y ahora con esta bazofia que prefiero ni oler. ¿Por que este tipo de gente, consigue pasta y que encima la dejen rodar?, ¿Quien es su enchufe?. No looooo entiendo. Mientras, otros directores con talento suplican por que sus pelis sean estrenadas (véase Nacho Vigalondo)
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