Anoche soñé, bendita ilusión, que era un obrero especializado del aviador Dro y perdía el manuscrito del manifiesto técnico de la música futurista en el metro de Praga. Juro que hasta bien entrada la mañana me creí rabino. Hubo lo que yo imaginaba la cara de un gólem en todos los espejos a los que incansablemente el sueño me arrojaba. Mi nula intendencia en el Talmud impide que me explaye como querría. Una chica de plexiglás me acaba de dar las buenas tardes. Hemos entrado en la dimensión áurea. Somos ya para siempre criaturas de estro polivalente. Ella sabe lo que yo sólo intuyo. Yo sé lo que ella olvida. Desde las instancias más altas del sueño, Dro nos concede su providencia carismática y nutritiva y nos dice: este es mi pie, este es el tuyo, esta es la soga. Yo me pregunto quién nos dirá las cosas que Dios pensó “al ver a su rabino en Praga”.
10.1.25
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Historietas de Sócrates y Mochuelo / 8
Este dolor en el costado debe ser la edad. Esta euforia cobrará su peaje. Esta danza ciega festejará la sangre en su fluir loco y sin brida...
-
A elegir, si hubiera que tomar uno, mi color sería el rojo, no habría manera de explicar por qué se descartó el azul o el negro o el r...
-
Con suerte habré muerto cuando el formato digital reemplace al tradicional de forma absoluta. Si en otros asuntos la tecnología abre caminos...
-
Hay cosas que están lejos y a las que uno renuncia. Tengo amigos que veré muy pocas veces o ninguna. Tengo paisajes en la memoria que no v...
No hay comentarios:
Publicar un comentario