Es de Borges la historia de un hombre que se arroga el recado de poblar su cabeza con imágenes de castillos, de ríos, de árboles, de tronos, de pájaros, de libros, de nubes y de personas en la pretensión de dibujar el mundo. Antes de que concluya la tarea, que es infinita y no se deja conmover por los instrumentos del hombre, descubre que ese laberinto de líneas y de volúmenes pacientes dibuja la imagen de su cara. Escribo de memoria, cuento con las palabras que reemplazan a las palabras que no sé traer. Tal vez nunca podamos saber quiénes somos ni sea legítimo decir que hemos llegado a ser lo que somos. La propia elección de las formas verbales con las que restituiremos el pensamiento para que lo entienda el que lo escucha y hasta quien lo pronuncia (el participio conclusivo o la elusiva perífrasis) promulgan un transcurso, una especie de camino a cuyo término, en el mejor de los casos, se resolverá la incógnita de su propósito.
Cuando nuestro pragmático Mochuelo decide dar con quien es, al modo del hombre de la historia de Borges, no piensa en castillos, ni en ríos ni en pájaros, no espera nada, no ve su rostro acabado y cabal, tan solo traza un bosquejo de algo de lo que no sabe mucho, razonando finalmente (tampoco este verbo da cuenta de lo que de verdad hace Mochuelo) que ser uno mismo es un anhelo costoso, al menos. No podría asegurarse que, aparte de la laboriosidad de la empresa, se adquiera algún tipo de conocimiento sobre lo indagado en su desempeño, no hay nada fiable con lo que quedarse. Ni siquiera precisa que Sócrates escolte su travesía por la incertidumbre: él se basta, él únicamente entrar en ese mar proceloso en el que no atisba costa a la que confiar el cansancio de sus músculos. No habrá quien haya arribado a la orilla, da igual con qué empeño persevere en el nado, con qué fortuna bracee, qué lúcidez mueva su cuerpo mientras lo abate el agua. Y conforme se desplaza, esto es, conforme se va viviendo (otra perífrasis, otro fracaso del lenguaje, un verbo debe auxiliarse de otro, una palabra debe recabar el concurso de otra) termina aceptando que no puede entender qué cosa será (aquí reclamo el futuro para transcribir lo indefinido, lo arcano) el tiempo, qué será Besonías, qué será Mochuelo, qué seré yo, qué será Borges.
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