De la verdad qué se podrá decir, cuál de las disponibles contentará a todos, qué esgrimir para hacer que la nuestra se abra paso o para que las otras ni verdad parezcan, qué quebranto ocupará el pecho cuando la razón nos descabalgue de la grupa antigua de nuestra costumbre y nada cuadre ni conforte y las plegarias antes atendidas, las frívolas y las hondas, no tengan oído que las acoja y responda. Y no será fiable esa verdad de pronto invitada y alguien nos apeará de lo que quiera que con ella hayamos recabado para permanecer y medrar o para ejercer con desempeño el trasiego de la realidad, que es una advenediza ingrata las más de las veces, algo de lo que sabemos poco, una sustancia neblinosa, aunque la bendita luz nos convide a decir “la verdad es que yo…”, pontificando, aseguraría Mochuelo.
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