22.6.07

Todo lo demás: La máquina de los amores efímeros




Woody Allen es un autor de narrativa fácilmente agotable. Todos los que lampamos por celebrar la liturgia de sus estrenos sabemos que su material alumbra escasas novedades y que el encanto reside en las variaciones que sobre ese aparentemente estrecho inventario ejerce el talento deslumbrante de su genio. Todo lo demás es un nuevo collar para el mismo perro, pero ladra con timbres nuevos: la pareja en crisis, el sexo como espita de toda épica, las paranoias de la conspiración judaica, el humor como medio de vida o el psicoanalista lacónico y poco resuelto.
Incansable, Allen no se mueve de su atrezzo favorito, Manhattan, y tampoco renuncia a filtrar su socarronería, su escepticismo, su cada día más constatable amor por los difíciles equilibrios emocionales que ejercemos los humanos para irnos viviendo en este mundo canalla. Su puzzle de personajes es siempre hermoso, heroico, amplificado o minimizado según los registros trágicos o cómicos de sus guiones, artilugios de una incontinencia verbal a prueba de espectadores aburridos, un puzzle enorme de piezas intercambiables, tensadas y destensadas, amplificadas o minimizadas a conveniencia de la épica verbal de sus personajes.
Aquí un aspirante a escritor, neurótico, atormentado por una vida sexual precaria, conoce a una chica de promiscuidad contrastada, disfuncional, ninfómana a ratos, muy inocente en el fondo. Jason Biggs y Christina Ricci bordan sus excesivos papeles mientras que Allen se reserva el caramelo de un personaje formidable: el gurú sentimental traumatizado por la fragilidad de su plácida vida y fascinado por las armas, eco probable de un stress post 11-s, una especie de héroe doméstico, íntimo, de inmediatas adherencias sentimentales, razonablemente histérico ( es Allen ) y benefactor de las causas imposibles, de los amores improbables y de la filantropía suburbana.
Todo lo demás no deja de ser una remozada versión de Annie Hall exenta de aquel dramatismo.También está Maridos y mujeres o Manhattan. Para el espectador que conozca de oídas la filmografía de Woody Allen, dispone aquí de un bautizo natural, asequible, que no hace fanfarria de las neuras habituales del genio, pero que las deja caer, a lo suave, construyendo un recitativo de frases memorables, un compendio académico de sus tópicos y, sobre todo, un ejercicio de mesura a la espera de abordar proyectos de más subida mala leche.

2 comentarios:

Mamá-Z dijo...

Emilio, me tomé la libertad de añadir tu blog a mis Enlaces Divinos, en El blues de la estufa divina (www.ruta61.blogspot.com)

Emilio Calvo de Mora dijo...

Agradecido.

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