El Instituto de Pensamiento Estratégico de la Universidad Complutense de Madrid, rimbombante y sesudo, por lo menos, a partir de una encuesta de Sigma Dos realizada sobre una muestra de 1.500 personas ha concluido que el cine español no es parte del devocionario artístico de los ciudadanos. Mis conocimientos de la estadística no me permiten indagar en la pertinencia del universo elegido para realizar la encuesta o sobre el criterio del cuestionario azuzado a los amables colaboradores. En cualquier caso, el ciudadano español da la espalda, en su mayoría, al cine nacional y hocica sus intereses en el producto yankee, que da más atrezzo y tiene más nombre de postín en su elenco mediático. El informe de Sigma Dos evidencia también una ecuación terrible: a mayor nivel de estudios e ingresos económicos, mayor filiación por el cine foráneo. Son los menos letrados, la parte menos libresca e instruida de la sociedad civil, la que se inclina por el cine de la señora Calvo, digamos. Viene esto a resumirse en que un 58% de los españoles niega el cine de sus paisanos. Salvo los nombres de campanillas, Almodóvar, Trueba o ahora callado Amenábar, el cine nacional naufraga en las pantallas y termina arrumbado a los anaqueles de arte y ensayo de los videoclubs. La máxima dice que el cliente siempre lleva razón. No vamos ahora a negarlo. Yo hace tiempo que he abandonado la ética sobre si cine de aquí o de fuera. Los adverbios de lugar no convienen para el disfrute cinéfilo. En todo caso interesa el prolijo inventario de cineastas que ocupa el olimpo de todo aficionado: Kurosawa, Hitchcock, Lang, Welles, Buñuel, Renoir, Ford, Truffaut, Scorsese, Eastwood, Coppola, Spielberg, Almodóvar, Berlanga, Huston, Wilder, Hawks, Bardem, Fellini, Lubitsch, Allen. Esto es, Japón, Inglaterra, Austria, Alemania, EEUU, Francia, Italia, España... Luego está el ejército de creativos que bombardean el poroso cerebro del espectador con redes de araña, barcos pirata y escobas voladoras. No podemos olvidar que el grueso de la taquilla suele ser gente joven. Y ahí hay batallas perdidas, terrenos abonados para las franquicias americanas que no precisan otro aval que su golosina visual, su aliento vital por el espectáculo y las rentas de todo el cine de palomitas mamado desde que somos pequeñitos y babeamos delante de la capa de Superman y las piruetas de Burt Lancaster con su amigo el mudo. Emociona el cine español como el húngaro o el galo si es cine de calidad y nos hace disfrutar y crecer en alma y en júbilo. Habrá quien, por causas empresariales o nacionalistas, devore cine de la casa y no consienta el aluvión de films americanos. Nada que objetar: se ve cine como se oye música. Los placeres no pueden ser, bajo ninguna circunstancia, inspeccionados, diseccionados, convertidos en material especulativo para una teoría de los gustos ajenos. Allá cada cual con sus vicios. Los míos no atienden a banderas. Todas están hechas en Hong-Kong, como bien decía El Roto en una tira en El País.
Sí, ya lo sé. La industria es el asunto que nos ocupa: su supervivencia, su equilibrio entre tanta competencia homicida, pero todavía no estoy yo en el dilema de pensar, cuando compro una entrada, a quién estoy alimentando, si al invasor o al vecino. Hago mal, sin duda, aunque a lo visto, no soy el único. Me habrán educado mal.
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5 comentarios:
Efectivamente es una cuestión empresarial. No de banderas ni de patria. El cine español es una industria. El gobierno de turno debe potenciarla. Éste no lo hahecho. Los de antes, Aznar incluido, menos. Los de Aznar ninguneaban al gremio de actores, Bardemes incluidos. Los de zp hacen el paripé, pero esto del cine, con sus leyes y todo, tiene poco remedio porque el cine español es tristón, parlamentario en exceso y también aburrido en un tanto por ciento GRANDE de films. No recuerdo, desde Los otros, ninguna peli español qyue nme gustase. Y veo cine, eh.
Bueno, Sr. Calvo de Mora. Ahí le dejo.
A mí tampoco me gusta el cine de aquí. Me gusta Hitchcock y Lana Turner y algunas películas francesas de cuando Belmondo y Alan Delon y también Kim Novak y Eisenstein y al final, por qué no, La caza o El espíritu de la colmena, que me encantan. ¿ Que son españolas ? Ah qué casualidad.Extraordinario post. Lo suscribo al ciento por ciento.
TODO ESTO SON FANATISMOS NACIONALISTAS. QUE MAS DA SI ES DE AQUI O ES DE AFUERA. BOGART ERA AMERICANO Y HITCHCOK INGLES. YA ESTA. YO NO QUIERO LEVANTAR POLEMICA, PERO PIENSO QUE HAY DOS PELICULAS BUENAS ESPAÑOLAS POR CADA 10 AMERICANAS. Y NO SOY YO PRECISAMENTE PROBUSH.
UN SALUDO.
Todo ello es empiricamente demostrable con una simple ecuación. A mayor cantidad mayor calidad. Es más probable que surjan 15 buenas películas en una producción de 1000 que en un bagaje de 100. Es así y así debemos aceptarlo. Por otra parte, la banderas nunca mediatizaron mi modo de entender las cosas. Es por eso que el cine de Amenábar (que estéticamente simula ser americano) no me gusta, por mucha gloria que los premios obtenidos hayan aportado al filmografía patria. Me interesa Ricardo Franco y su "Buena Estrella", la última obra maestra que parió el cine español. Pero de él ya nadie se acuerda.
Cuídate, Emilio.
Sí, yo me acuerdo. En esa película está la mejor interpretación de 3 actores estupendos de nuestro cine o, digámoslo menos ardorosamente, del cine español: Antonio Resines, Jordi Mollá y Maribel Verdú. Están perfectos. La he visto varias veces. La primera y la última igual de conmovido. La tengo entre mis tesoros en dvd, en un lugar honorable.
La reflexión matemática / estadística es cierta. Por eso no podemos, con el ojo cinéfilo en la mano a modo de corazón, Alex, amar en demasía el cine de aquí, pero me imagino que tampoco amaría el indio caso de haber nacido yo en Bombay. En fin...
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