27.6.07

Taxidermia: Elogio del asco







Si tan sólo escribiera que Taxidermia es una de las películas más extrañas que ha parido este 2.007 le estaría haciendo un estupendo favor porque el hecho de la extrañeza no siempre tiene en el espectador, en ocasiones, rendidas adherencias y concibe el cine auténtico como un tour de force de novedades que le espabilen del letargo al que le han conducido cientos de films normales ( digamos ) exentos de nada verdaderamente asombroso y concebidos con la asepsia propia de un cirujano pulcro que usa el bisturí con majestuosa coreografía sin precisar ningún movimiento improvisado que desconcierto al hipotético público que asista a su función.
Taxidermia es extraña porque exhibe maneras propias de lo extraño, esto es, de lo diferente, de lo avenible a circunstancias escoradas de la norma, pero además Taxidermia es grotesca y también desagradable. Ignoro si el guión escondido en la mente del pertrechador de este engendro ( Gyorgy Pálfi ) era imposible de traducir a imágenes sin que la integridad de nuestro estómago estuviese en entredicho. El mal gusto, la escatología crasa, el doloroso sentimiento de que el ser humano, en el fondo, es un animal visceralmente primitivo se van apoderando de la paciencia del espectador hasta que el vómito, como anticipo de la angustia mental, principia arcadas en las cuerdas vocales.
La Hungría retratada a través de las peripecias vitales de tres miembros familiares ( abuelo, padre e hijo ) es la historia decadente de un país mísero, lentamente fagocitado por los encantos del capitalismo que evidencia los rigores de un comunismo gris que no da al pueblo ningún aliciente para sobrellevar una posguerra digna, noble y bien alimentada. De todo esto viene a hablar esta obra premiada en variados festivales ( ésa fue una de las causas que movió mi interés, maldita sea la hora ) que, en conjunto, puede ser salvada por el arriesgado concepto visual que manejan sus pirotécnicos artífices, por su deliberada aberración, que está resuelta sin pudor y oscila entre lo pornográfico ( penes en ardorosa entrega ) y lo inequívocamente gore ( la parte final de la cinta es poco recomendable para almas sensibles ).





Acudir a lo dantesco para escenificar la deflagración moral y la devastación social de un país comido por la paranoia comunista puede ser un punto de vista entre muchos, pero no el único. Taxidermia gasta toda su pesada maquinaria narrativa en la contundencia de unos imágenes arrebatadoramente complejas porque hay momentos en los que uno se plantea ( con seriedad, sin prejuicios ) abandonar la sala o plantearse el espectáculo como un ejercicio de masoquismo cinéfilo que igual conviene para forjar el espíritu y domeñar todos los tabús que hemos ido guardando bien adentro desde que, bien pequeñitos, Papá Disney inoculó su veneno terrible en nuestra natural manera de ver el mundo.
Esta pelìcula, ambiciosa como pocas, desvergonzada y ufana de sus proezas excrementicias, tendrá su público adicto, su caterva de almas sobradamente pertrechadas de valor y sentido del Arte. Yo carezco de ese sentido: lo abandoné en algunos capítulos de Saló y los 120 días de Sodoma del poeta Passolini o en algunos títulos de gore puro y duro que he tenido la suerte o la desgracia de meterme en vena ( la mentirosa Holocausto canibal o las gamberras paridas de la factoría tóxica de Herz y Kaufman en su delirante Troma ).
Que nada queda a la aventura preciosa de imaginar y todo sea violentamente arrojado a nuestras pupilas concede, ya por último, la certeza de que con el tiempo ( o igual ya, qué vamos a hacerle ) Taxidermia se convertirá en una de esas cintas de culto que promueven encendidos discursos cinéfilos y suscitan los habituales arrebatos de fascinación y de hipnosis colectiva que muchas películas "de culto" inevitablemente procuran a sus fiel feligresía. Más freakie que el Jack Fisk de Cabeza borradora colado en una película de Jose Luis Garci, Taxidermia, a su perturbada manera, no deja de ser una mordaz crítica a los convencionalismos de la estrecha política comunista de un país estrangulado y al que se la ha extirpado de cuajo toda capacidad de júbilo. Eso, creo, es el sustrato más culto de este torbellino indecente de personajes que se abren en canal por motivos artísticos o que se matan a pajas, no exagero, o que vomitan a tutiplén al tiempo que entre empujón y empujón razonan la naturaleza más profundo del amor y su cándida sinfonía de colores.
Muy frágilmente sostenida por su único encanto, y discutible también ( el tremendismo exacerbado, la pasión escatológica, la irreverencia contumaz ) Taxidermia es una rara avis en nuestra cartelera y será una rara avis mayor, más triste y cruda en su silencio, en las estanterías de los videoclubs patrios. Ah, se me olvidaba: su pase, aun de puntillas, por Cannes despierta todo mi asombro.
El dato curioso es que la productora que financia esta tragicomedia de esputos, semen y ventosidades pseudointelectuales se llama... Fortissimo.
Absténganse, por favor, apocados y sensibles.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Directamente no la veo, aunque tampoco encuentro ningún cine cercano que la ponga....

No me pierdo nada bueno, ¿ verdad ?

Anónimo dijo...

Jack Fisk existe todavía. Con sus pelos alocados y su mirada alocada. David Lynch sale en todos lados, Emilio. No me extraña verlo ahora en el fondo del whisky que me estoy regalando.
Saludos desde una esquina del teclado.

Anónimo dijo...

Me abstendré. Nada de lo que he leido me ha hecho entusiasmarme.
Gracias por el aviso... 1Hay muchas cosas que hacer !

Juani Lopera

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