15.6.07

Me siento rejuvenecer: El arte de la locura


Decía Howard Hawks que el auténtico drama está terriblemente cerca de ser una comedia que, por lo general, ha sido un género menor dentro de la Historia del Cine e incluso de la Literatura. La nómina de cineastas que han dedicado su talento a la "screwball comedy" va del propio Hawks a Lubitsch, pasando por Leo McCarey, Gregory LaCava, Billy Wilder, George Cukor, Preston Sturges o Frank Capra y los actores que han inmortalizado ese cine alocado, de poderosos gags visuales y vertiginosos parlamentos han sido Jack Lemmon, Cary Grant, Katherine Hepburn, Walter Matthau, Charles Coburn, Marilyn Monroe o Gary Cooper.
Me siento rejuvenecer es una obra maestra de la comedia y, añadidamente, una joya del Cine. Su extravagancia, su lógica absurda y su muy elevado sentido de los diálogos perduran en la memoria del cinéfilo. Esta opereta liviana de monos que se postulan como alquimistas de la eterna juventud y medias de acetato es la quintaesencia del género junto con La fiera de mi niña, también de Hawks y con similar elenco. En una Cary Grant es un introvertido profesor universitario que vive para reconstruir un esqueleto de dinosaurio y conseguir dinero para el museo que gobierna. En Me siento rejuvenecer, Grant es un abstraido y responsable científico que cree haber encontrado la fórmula de la eterna juventud, aunque la realidad nos confiesa que ha sido Rodolfo, el mono de indias, el primate imitador que, al trajinar con probetas y matraces, da con el santo grial de la vida eterna. Hecht, Lederer y Diamond, que luego serían escolta narrativa de Billy Wilder en sus mejores obras, elaboran un guión fabuloso que habría encantado a Darwin y que, bajo cuerda, muestra con ironía el futuro de la ciencia y las inevitables injerencias del mundo empresarial para aprovechar sus progresos y hacer caja a su costa. El propio título en inglés (Monkey Business, negocio de monos ) introduce sin tapujos el desfile guignolesco, bufo y sexy de la trama. Una Marilyn Monroe mojigata, embutida en una falda estrecha hasta el estrangulamiento coronario deja que sus tetas, apuntando al infinito con aquellos sujetadores de la épocas, tan abiertos y pujados, le roben ( plano a plano ) cualquier interés en lo que dice. Luego está la escena en la que planta su pierna frente al timorato profesor Bernaby Fulton para que aprecia la calidad de las medias que él mismo ha inventado. "La señorita Laurel me estaba enseñando sus acetatos", balbucea Grant antes de que el brebaje manufacturado por el chimpancé le haga rejuvenecer, sacar a la Monroe de paseo en un descapotable o patinar como un chiquillo. Estas regresiones de edad propician que todos los actores exhiban sus registros más circenses. Hasta el propio Charles Coburn, impecable siempre, hace el ganso cuando Ginger Rogers, convertido en niña - yo añado que nunca dejó de serlo - le mete un pez por debajo del cinturón. El ritmo alocado, el continuo zarandeo de situaciones inverosímiles, pero aquí lógicas se convierten en motor de una acción trepidante, que no te deja respirar.
En estos tiempos, en el cine hecho ahora que nos ha tocado disfrutar, ¿ hay algún Hawks ?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cierto, junto con La fiera de mi niña es una de las mas inteligentes comedias americanas de los 40 o 50. Una obra de arte. La vi otra vez no hace mucho, un par de semanas, asi que me ha llamado mucho la atencion leer este articulo. Enhorabuena.

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