Érase una vez el imperio de la truculencia. Lo abominable hermanado con lo sórdido para proporcionar una peguntosa sensación de asco. No es que el espectador deba ser siempre un alma sensible, un espíritu cándido al que no se debe importunar con materiales más rigurosamente repudiables, pero parece que la moda ha impuesto el arquetipo contrario: el del degustador
de lo cutre, el sibarita del muñón, cierto apetente gourmet de lo escatológico. La riada de films abonados a lo desagradable copa cuotas de pantalla y reseñas en las revistas de cine al uso, suscita incendiarias conversaciones cinéfilas y hace familiar lo que, antaño, no dejaría de ser anómala boutade pasajera. Espeluznantes escenas lo suficientemente explícitas como para no malograr la apetecible pereza intelectual del consumidor malogran el lenguaje elíptico, la sutilidad, el apunte levísimo que insinuaba más que mostraba y que, a pesar de tocar temáticas no siempre agradables, procuraba que la elegancia estuviese siempre presente. Ahora los tiempos marcan otras pautas: paraíso del matarife, gloria del pervertido, majestuoso edén para el psycho-killer o para el serial-killer, que viene todo a decir lo mismo.
La casquería es el pulso del nuevo cine palomitero: nada de comedias románticas como las de toda la vida, nada de aventuras de capa y espada , nada de brujos, vampiros adolescentes y brujitas que se enamoran. Ahora manda la provocación, el desajuste mental, cierta atrofia mental que fagocita cuerpos en descomposición, alegres gusanos merendándose un cuerpo o rotunda carne de rubia curvilínea y ostensiblemente siliconada que cae, he aquí el sustento del morbo, en las garras del psicópata de turno, al que previamente se le ha asignado ( sin excesivo esfuerzo dramático, sin el suficiente atrezzo psicológico ) una infancia maleada por una madre excesiva o una adolescencia perturbada por la mofa de todas las cheerleaders del equipo de rugby del campus universitario. Nada nuevo bajo el sol: estamos hastiados de recibir generosas raciones de argumentos vitaminados de tópicos porque ( encima ) este cine de víscera visible y sierra mécanica ágil y bien coreografiada pasa completamente del cine clásico y no revisa ( como debiera ) obras mayores de otros cineastas más responsables y menos escorados, ay, al tintineo de la taquilla. Yo no dudo de la valía de los directores de toda esta caterva de bodrios que asolan la taquilla. Su apasionamiento por la sangre, su oscura filiación a lo retorcido, no forja prejuicios: cualquier género es válido, todo se deja mecer por los primores de la calidad si es que quienes lo perpetran consienten un oficio, unas ganas de perdurar y hacer, entre hígado reventado y tornillo taladrando la sien, una justificación, unas señas de identidad que lo dignifiquen.
El gore, una extensión de este cine sanguíneo y perturbado, no es una modernidad: no se trata de un género parido en un sótano por cinco almas torturadas por el Maligno. Ya el glorioso Marqués de Sade se esmeraba hasta lo enfermizo en describir las torturas y la salvaje combustión de la carne de sus heroínas.Luego vendrían Wilde, Apollinaire, Lovecraft, Bloch o más recientemente Breat Easton Ellis. Esta literatura es el semillero del cine: aquí accede Tobe Hopper o Sam Raimi ( antes de caer en tentaciones de cómic ), el primer y devastador Peter Jackson ( antes del influjo del anillo ) o Quentin Tarantino, verdadero gurú de la puesta al día del género. Me olvidaba de George A. Romero: imperdonable. Todos hicieron algo diferente a lo que se hace hoy: el sentimiento de estar inaugurando un cine nuevo, necesariamente hostil con los patrones clásicos y decididamente abierto a sacralizar ( algunos dirán intelectualizar ) lo que, en principio, no pasa de ser la grabación del dolor, el registro de sus categorías y el inventario sádico ( volvemos al marqués ) de sus onomatopeyas, gestos y súplicas. Para retratar el retorcimiento y la escatología más bizarra no es necesario el concurso de la carne y su devastación: La lista de Schindler contiene escenas de un dolor increíble, pero Spielberg hace un traje fastuoso para explicitar una violencia que no puede ser soslayada en ningún aspecto.
¿ Qué buen cine de tripas tenemos ? Que yo recuerde:
El amanecer de los muertos, Abierto hasta el amanecer, La matanza de Texas, Posesión infernal, La noche de los muertos vivientes, La colina tiene ojos ( Craven y Ajá )....
El resto va de Hostel ( 1, 2, qué importa ) a Saw pasando por el arsenal psicotrónico que ocupa cientos de metros en todos los videoclubs del mundo. Pareciera que el atracón de sangre merece sillón y palomitas en casa, lejos de la demasiado pública butaca de cine y en una intimidad cómplice de arcadas y de repelús irreconciliables con el tránsito de una buena digestión. Y como decía un amigo, antañamente: " A potar, my friends, a potar "
El fotograma está sacado de la película Hostel 2
4 comentarios:
Subcine ¿ se puede decir así ? Carece de los atributos de el verdadero arte cinematográfico y solo busca la piel erizada y el golpetazo en el cerebro. Cine o subcine para gente con alguna atrofia mental. Espero respuestas. Las tendré. claro.
A mí me gusta y no me siento un pervertido. Nada de eso. Soy aficionado a las emociones fuertes. Extremas. Sin caer en lo delictivo, claro. ¿ Hay más como yo a ese lado ?
Saluditos goríficos.
por supuesto que hay mas gente como vos
yo generalmente me sorprendo con este tipo de peliculas
es verdad que muchas veces suelen repetirse, pero hay pelis que son muy unicas en el cine gore
si encuentran "de la morte del amore" o algo asi...van a entender lo que digo.
de acuerdo en que ultimamente no hay mucha originalidad en el cine gore, a excepcion de algunas, pero creo que omites titulos y directores mas valiosos o que han aportado mas que algunos de los que mencionas, como Fulci, Argento, Gordon Lewis, Deodato etc.
en si este genero esta plagado de basura y de obras geniales, casi a la par yo diria, solo es cosa de ver mas y procurar no quedarse loco por ver tanta sangre, jeje, para mi en el underground esta lo mejor, mas que en las comerciales SAW u Hostel. saludos.
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