dictador, ra.
(Del lat. dictatōre[m]).
m. y f. En la época moderna, persona que se arroga o recibe todos los poderes políticos extraordinarios y los ejerce sin limitación jurídica.
m. y f. Persona que abusa de su autoridad o trata con dureza a los demás.
Lejos de la reflexión histórica y más escorado a la hagiografía del personaje, Oliver Stone deja la ficción y acomete la empresa de documentar la vida y el pensamiento del anciano líder cubano. Este recetario ideológico no desoye la polémica: se gusta en su papel de panfleto no al gusto de todos los bandos y ni tan siquier al gusto del bando biografiado que se ve, por momentos, sitiado, convertido en una estrella del celuloide al que, de repente, fusilan con un cuestionario completo y valiente que no censura Bahía de Cochinos, la tortura en la isla, la disidencia en Miami, la censura, el nuevo orden mundial, el asesinato de ,la vigencia del comunismo o incluso la cinefilia del dictador, que parece muy interesado en el cine americano clásico.
Hay quien tildó el documental como "una carta de amor a Castro" y no encuentro yo apasionamiento en las líneas de Stone. En todo caso, existe una admiración, un sentimiento de la relevancia del trabajo que se está haciendo. Torear la incontinenca verbal de Castro es ya un logro. La intimidad doméstica que transpira la película permite que el Comandante se relaje, se sienta cómodo en el papel de personaje absoluto de la cinta.
Todos los dictadores tienen un exacerbado amor por su persona. Castro no es excepción: no es una megalomanía al estilo Sadam Hussein, pero la isla entera respira castrismo y su voz arrastrada y dulzona pareciera que vagara, como espectro fonético, por malecones y placitas para que el pueblo no olvide quién fraguó la Revolución y todo eso que aquí, en la Europa del Bienestar y de la Democracia, nos parece un cuento antiguo contado a quienes todavía no han madurado lo suficiente como para advertir las miserias de esa cultura. Stone es un americano seriamente avergonzado de su patria: no lo esconde, pero matiza que su antiamericanismo no es abstracto y se congela en la imagen de Bush mandando tropas a Irak, asunto que Stone criminaliza sin tapujos.
De producción íntegramente española, Comandante parte de treinta horas de cinta grabada reducidas a 100 minutos de largometraje. Hay veces en que Stone parece intimidado por el rigor académico y por la oratoria barroca del comandante. Otras en que toma el timón de las palabras y parece que noquea al adversario, pero es falso: no hay ningún round. Los púgiles, a cámara cerrada, toman ron y fuman puros, imagino, en alegre comandita. Los flashes históricos son, con diferencia, lo mejor de la cinta: el arsenal de documentación al que ha accedido el director muestra la Historia de Cuba y también la historia del Mundo en el siglo XX. La revolución lleva ya casi 50 años de éxitos en la isla. Castro parece inmortal embutido en su chandal rojo o en su casaca de Jefe de las Milicias.
El pueblo vive anestesiado por la intoxicación ideológica de un líder-padre que ha alfabetizado a un pueblo y lo ha puesto en la senda del socialismo puro y en continuo perfeccionamiento. Preocupado por la destrucción de las identidades y la "monocultura" prefiere que haya un McDonalds en La Habana antes que en Nueva Delhi o, al menos, no siendo excesivamente cómplices de su palabra, entendemos que no debería haber ninguno fuera de los EEUU, que es donde verdaderamente existe una cultura que tutela y ampara esos excesos del capitalismo. Viene también Castro a decirnos que la Revolución precisa de todo el tiempo del mundo y así, en esa premisa, él no invierte ninguna fracción de tiempo en afeitarse. Esos "quince minutos diarios" se emplean en acometer soluciones para los problemas del pueblo. Caso de que el dictador hubiese empleado esos minutos en rasurarse igual hoy Cuba era miembro de alguna organización democrática y su ciudadanía libraba las batallas habituales de todos los Estados libres. Esto es, paro, violencia, terrorismos, vivienda, educación... No ha sido así, vista la poblada barba.
Vemos al Comandante enamorado de una pantalla grande en la que ver cine como La Revolución Manda o de Rita Hayworth o esa italiana, Sofía, dice, que le volvía loco. En el capítulo de actores se queda con Chaplin y con Cantiflas, cuyas películas sería capaz de volver a verlas todas. Ve ridícula "esa historia de primeras damas" porque la política no se debe mezclar con la familia. "Que la vida sea buena con usted" se dicen Stone y Castro al final fundidos en un emotivo abrazo mientras Cuba prosigue su vértigo de cárceles sin juicio, su eliminación de disidentes y su esa costumbre de no convocar elecciones democráticas para escuchar la voz del pueblo.
3 comentarios:
Este más panfleto que documental fue enmendado por el propio Stone tras la polémica que suscitó el visionado de su primer montaje, mucho más rendido al dictador que la versión finalmente lanzada. A mí no me gusta, principalmente porque los panfletos me distancian, ya sea "El acorazado Potenkin" o "El Triunfo de la voluntad", o de un modo más sutil el "Norma Rae" de Martin Ritt o "Los lunes al sol" de Fernándo León. Me aburrió ver a Oli besar el suelo pisado por ese tipo orondo que recomendó a la población civil que comiese flores cuando el embargo golpeaba más duro. Fílmicamente es más de lo mismo, Stone parece haberse atascado en unos esquemas ya obsoletos (10 o 20 años no son nada y son mucho según la circunstancia).
Cambiando de tema, quisiera robar quince o veinte minutos de tu tiempo, que ya no podrás recuperar, me temo, para solicitar tu opinión sobre un texto ajeno:
http://micronesiaenelcerebelo.blogspot.com/2007/06/escritos-impdicos-prefacio.html
Subterfugios aparte, gracias por el favor, Emilio...
Saludos.
ok: daré los minutos por bien empleados.
Mándame tu e-mail.
En la página está el mío.
Ahí te escribo, no ?
emilio
Se agradecerá tu opinión, más docta que la mía en cualquier caso. Te escribo en breve.
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