No hay nada nuevo bajo el sol o en la butaca de un cine: 9 songs ya la hemos visto. No aporta novedades: usa el ancho y ampuloso bagaje de referencias de la historia del cine y formula un hipotético escándalo mediático que amaina en cuanto uno sopesa verdaderamente el grado de provocación de su propuesta. Ninguno.
Winterbottom es rupturista hasta donde deja de serlo para ser rutinario, reformador de un discurso ya existente que tuvo su primoroso cénit a finales de los sesenta y en los primeros setenta: flower power, hippies, riffs de guitarras y subidones de LSD para sincronizar el cuerpo con el espíritu libre del cosmos. Místicas de cuatro minutos con Jimi Hendrix, Jim Morrison o Janis Joplin como sacerdotes de la liturgia.
9 songs es sexo, drogas y rock and roll. Falta Ian Dury. Por lo demás, aquí hay una apología tozuda de la piel como casi único vehículo de comunicación entre una pareja. El discurso underground, indie o como se quiera llamar tiene puntos de derrumbe por todos lados porque ( tal vez ) esto no sea una película, o al menos una película en el modo en que yo entiendo las películas, sino un híbrido curioso, aburrido, a ratos eléctrico y, al final, decepcionante entre el documental sobre estrellas del rock sobre un escenario y el erotismo hardcore ( o el porno softcore ).
Si pongo la MTV y veo un concierto de Black Rebel Motorcycle Club o Franz Ferdinand ( cuyos discos poseo ) no pasaría peor rato. Esta vez, al menos, la vi en formato dvd y no tuve que salir del cine malhumorado.
Winterbottom es rupturista hasta donde deja de serlo para ser rutinario, reformador de un discurso ya existente que tuvo su primoroso cénit a finales de los sesenta y en los primeros setenta: flower power, hippies, riffs de guitarras y subidones de LSD para sincronizar el cuerpo con el espíritu libre del cosmos. Místicas de cuatro minutos con Jimi Hendrix, Jim Morrison o Janis Joplin como sacerdotes de la liturgia.
9 songs es sexo, drogas y rock and roll. Falta Ian Dury. Por lo demás, aquí hay una apología tozuda de la piel como casi único vehículo de comunicación entre una pareja. El discurso underground, indie o como se quiera llamar tiene puntos de derrumbe por todos lados porque ( tal vez ) esto no sea una película, o al menos una película en el modo en que yo entiendo las películas, sino un híbrido curioso, aburrido, a ratos eléctrico y, al final, decepcionante entre el documental sobre estrellas del rock sobre un escenario y el erotismo hardcore ( o el porno softcore ).
Si pongo la MTV y veo un concierto de Black Rebel Motorcycle Club o Franz Ferdinand ( cuyos discos poseo ) no pasaría peor rato. Esta vez, al menos, la vi en formato dvd y no tuve que salir del cine malhumorado.
3 comentarios:
un verdadero coñazo porque es ruidosa y mal filmada. Ni la música convence. aunque luego este hombre ha dirigido tristam shandy, que sí que me ha gustado o el reportaje sobre guantanamo. No entiendo este rollo que no aporto nada a nadie.
lo del erotismo es cierto: aburrido y plano, sin interés, sin incendiar al personal
Un coñazo, efectivamente. Uno muy grande. La alquilé por curiosidad y la curiosidad mató al espectador comos i fuese un gato. La música, ahí discrepo, sí que está a la altura.
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