Lo malo de la desconfianza es que no tiene freno: una vez que se ha puesto en marcha, es imposible detener su vértigo, su voraz inquina, su cáncer lento. Algo así sucede en este film. La dictadura socialista de la ya extinta República Democrática de Alemania vivió 40 grises años de desconfianza, de micrófonos escondidos en los enchufes y burócratas reconvertidos en espías. La Stasi, una KGB improvisada tras las ruinas de la Segunda Guerra Mundial, se convirtió en un instrumento implacable de vigilancia. El número de suicidios en esa época fue altísimo: tanto que la jerarquía administrativa prohibió la publicación de esas estadísticas.
Florian Henckel von Donnersmarck escribe sin involucrarse en exceso: se le advierte más a favor de no perder el hilo de thriller del film que de testimoniar una crónica política. Su historia, admirable, conmovedora, es la historia de todo soldado en algún momento de la contienda: la sentimentalidad hacia el otro, la fragilidad de su doctrinario y la toma de conciencia de la naturaleza conflictiva de su adversario. El vigilante comprende la futilidad de su vigilancia, pero el recorrido que va del hostigamiento a la redención destroza hogares y arruina el futuro de un país.
No soy un entusiasta del film: quizá ha sido vendido con un exceso de fanfarria. Entiendo que le arrabatese el Oscar a mi amanda El laberinto del fauno. Siendo ambas películas dramáticas con un trasfondo político, la alemana suscita un más elevado número de lecturas y hace un más sobrio uso del material cinematográfico. Cuando Del Toro es barroco y visualmente triunfalista, Henckel von Donnersmarck sólo precisa un guión asombrosamente preciso, que no adopta en ningún momento giros inesperados y que trata con mimo y elegancia un problema tan enorme: el secuestro de la libertad de un pueblo, la censura como único notario de la actualidad, el miedo como rutina para afrontar el vértigo insoportable de la decadencia.
Y el Arte, la Belleza, la palabra elevada a su altar más hermoso, planea sobre las vidas de todos los personajes. El dramaturgo con conciencia socialista, pero asqueado de la barbarie del régimen, la actriz con la que vive, icono de rebeldía, sospechosa de fomentar con su desparpajo escénico y mediático las simpatías de los indecisos o los ignorantes, y ( sobre todo ) el agente de la Stasi, el militar encargado de vigilar la vida de los otros y que termina, cual inverso Sindrome de Estocolmo, congraciado con la causa ajena, indeleblemente desarmado de su odio y manumitido de toda forma de violencia. Esto es, poetizado.
El final del film es muy hermoso. Se entienden con detalle los asuntos que la película va planteando. Y sale uno del cine con un peso enorme en la conciencia y la tranquilidad de que el Arte, la belleza, el Amor o como queramos llamarlo triunfa sobre las ideas. Éstas aquí contadas, la historia de la RDA, no son excesivamente diferentes a las vividas en esta España nuestra de la posguerra. Eso también me ocupó en mis reflexiones. Y llovía al salir del cine.
Florian Henckel von Donnersmarck escribe sin involucrarse en exceso: se le advierte más a favor de no perder el hilo de thriller del film que de testimoniar una crónica política. Su historia, admirable, conmovedora, es la historia de todo soldado en algún momento de la contienda: la sentimentalidad hacia el otro, la fragilidad de su doctrinario y la toma de conciencia de la naturaleza conflictiva de su adversario. El vigilante comprende la futilidad de su vigilancia, pero el recorrido que va del hostigamiento a la redención destroza hogares y arruina el futuro de un país.
No soy un entusiasta del film: quizá ha sido vendido con un exceso de fanfarria. Entiendo que le arrabatese el Oscar a mi amanda El laberinto del fauno. Siendo ambas películas dramáticas con un trasfondo político, la alemana suscita un más elevado número de lecturas y hace un más sobrio uso del material cinematográfico. Cuando Del Toro es barroco y visualmente triunfalista, Henckel von Donnersmarck sólo precisa un guión asombrosamente preciso, que no adopta en ningún momento giros inesperados y que trata con mimo y elegancia un problema tan enorme: el secuestro de la libertad de un pueblo, la censura como único notario de la actualidad, el miedo como rutina para afrontar el vértigo insoportable de la decadencia.
Y el Arte, la Belleza, la palabra elevada a su altar más hermoso, planea sobre las vidas de todos los personajes. El dramaturgo con conciencia socialista, pero asqueado de la barbarie del régimen, la actriz con la que vive, icono de rebeldía, sospechosa de fomentar con su desparpajo escénico y mediático las simpatías de los indecisos o los ignorantes, y ( sobre todo ) el agente de la Stasi, el militar encargado de vigilar la vida de los otros y que termina, cual inverso Sindrome de Estocolmo, congraciado con la causa ajena, indeleblemente desarmado de su odio y manumitido de toda forma de violencia. Esto es, poetizado.
El final del film es muy hermoso. Se entienden con detalle los asuntos que la película va planteando. Y sale uno del cine con un peso enorme en la conciencia y la tranquilidad de que el Arte, la belleza, el Amor o como queramos llamarlo triunfa sobre las ideas. Éstas aquí contadas, la historia de la RDA, no son excesivamente diferentes a las vividas en esta España nuestra de la posguerra. Eso también me ocupó en mis reflexiones. Y llovía al salir del cine.
2 comentarios:
Lo único que faltó, el día en que ví la película, fue esa lluvia que sí te acompañó a ti.
A mí me llegó. Tengo la sensación de que, al menos, dos grados más hondo que a la mayoría de la gente. Cuestión de sensibilidades. Cada una es distinta a la de al lado.
Hombre, no suelo valorar las reseñas ajenas (por incapacidad, vamos), pero no te quedó mal. Menos babosa que la que me salió a mí, seguro.
Saludos, y tremendamente currado blog. Si tuviese capacidad para sentir envídia te diría que si tu choza virtual fuese mía sería más feliz que un adolescente en la mansión Playboy.
Saludos.
Opino yo, devolviendo la pelota al tejado ajeno, que tu página sí que tiene trabajo y mérito...
Peloteo digital, tal vez. No: no lo es. La Antártica empieza en tu página. Te diré que el título de tu blog es sencillamente perfecto. para mí sí que yo lo querría. Así que cumplidos hechos, pelotas en los tejados, piropos tirados con fanfarria cibernética, te dejo. Visítame cuando te plazca que yo haré lo propio, my friend.
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