Ry Cooder lleva 40 años en la cátedra del folk americano: no le importa que provenga de Cuba, donde propició Buenavista Social Club, o de Mali, en donde se alió con el guitarrista Alí Farka Touré. Interesado en hurgar allá donde nadie hurga, sus discos son prodigiosos prontuarios de blues, folk y country. Yo recuerdo la pegajosa banda sonora de París-Texas martilleando mi cabeza durante un viaje en coche a Priego de Córdoba: los leves promontorios que anuncian la Subbética cordobesa parecían esos paisajes a los que nos tiene acostumbrados el cine americano con praderas infinitas y montañas que parecen que te observan desde una distancia casi ofensiva. Su último disco se llama My name is Buddy y lo acabo de terminar de escuchar entero. La curiosidad es que la prensa traiga hoy una entrevista muy jugosa al guitarrista. Curiosidad. Casualidad. Viene a decir Ry Cooder que "la música de hoy suena falsa porque nos hemos dejado arrebatar la memoria". En el mismo hilo político-social, de concienciado de las causas del proletariado, de adalid de la prosa de la clase obrera norteamericana, añade que la música actual "resulta idéntica, plastificada, artificiosa ".
La suya, de la que cuando escribo estoy bien empapado, acude a tiempos antiguos, gruñidos de granja y sonidos del viento: música popular, talentosa, de apariencia sencilla, pero jugosa, divertida, objeto de un tratamiento con aromas tan variados, de tan alejadas influencias, que hay momentos ( One cat, one vote, one beer ) en los que parece que estamos oyendo a un Tom Waits rebajado de tensión, con la voz menos ahogada en el infierno.
El Buddy del título es un gato: uno que atraviesa Estados Unidos tras el crack del 29 ( leo, El Mundo, martes 10 de Abril de 2.007 ). No aprecio, como el entrevistador privilegiado, olores a Las uvas de la ira, o los hay, y yo ando con mis alergias fuera de esa sensibilidad precisa para sutilezas tales. Lo que sí aprecio ( de lo que sí disfruto ) es de un recorrido poético hermoso ( las letras merecen la letra y cuentan historias de Hank Williams, el trovador folk por antonomasia con Woody Guthrie o Pete Seeger, honrado por Springsteen no hace mucho y miembro de esta banda, o reminiscencias de tiempos en los que la vida sucedía en las calles, en lo rural, lejos de la ciudad y de sus contaminados ruidos ).
Disco para escuchar desprejuiciadamente, apreciando las sonadas mexicanas, los ritmos fronterizos, el bluegrass respetuoso o el jazz y los ribetes más rockeros ( siempre suaves, no hay aquí estridencias ) en la línea de un Bob Dylan de reciente vena artística.
Los músicos que le acompañan en la travesía son formidables: Paddy Moloney, de The Chieftains, Flaco Jiménez, Van Dyke Parks, Roland White y Pete y Mike Seeger, además de su hijo Joachim. Todos contribuyen soberbiamente a crear ese ambiente mestizo, en el limbo de los conceptos musicales preestablecidos, ésos que Ry Cooder no contempla como propios y que constantemente trastoca para crear un universo sonoro particular, único.
La presentación del Cd es de lujo, libreto con la historia del gato de la portada, Buddy, el viajero, incluída así como notas sobre cada uno de los 17 temas.
( Foto de Ry Cooder: El Mundo )
No hay comentarios:
Publicar un comentario