Hay días que gimen volutas de oro.
Días con precipitada vocación de delirio.
Días emboscados en júbilo.
También días disciplinados que transcurren
sin estrépito.
Días de luz copiosa al borde exacto de un
beso.
Días de un vértigo caudaloso y de una fiebre
dulcísima.
Días felices sin efectos secundarios.
Días de sangre contada y de sangre besada.
Días de semen sinfónico con olor a almendras.
Días con letras de bolero.
Días para no pensarlos.
Días de Let it be tocado con un laúd
en un sueño del que no hay después registro
alguno.
Días de síncopa y clausura.
Días que alientan insensatos desatinos.
Días favorables para el recogimiento y la
transustanciación.
Días como una oda de Horacio o un solo de Wes
Montgomery.
Días de resaca de algo que nos supo a gloria.
Días a los que el amor ha mojado de saliva
ancestral.
Días de capitular sin que duela nada.
Todos esos días en que el sol parece
ocupar el cielo por primera vez
y el pecho brinca como un niño con zapatos
nuevos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario