21.12.22

Frio


El frío hacia adentro 

ganando la herrumbre,

el frío vulgar como la muerte 

cuando ocupa la entera 

extensión de la luz que la batalla, 

como un acto de fe pura. 

Oigo el frío frágil  

en secreto 

contando los días, 

el frío virginal 

que trae una lluvia invisible, 

un rumor oculto de heridas, 

el veneno primero con el que la vida 

nos enseña su saña ampulosa, 

su cuenta de pesares, 

el frío leyendo a Dickens. 

En verdad os digo, 

oh mis hermanos, 

que nada hay que haga sentir más frío 

que ser un niño de Dickens 

en una edición barata de bolsillo. 

Todo lo que uno lee es Dickens, 

todo está ahí, íntegro, sin fractura,

en el mejor de los tiempos, 

en el peor de los tiempos, 

en ese bucle de las cosas, 

que no se advierte, 

que no deja una huella 

y, sin embargo, perdura, 

no se desvanece jamás, 

está al alcance siempre, 

como un salmo, como un dios 

caprichoso y rudimentario 

que bosquejara el mundo 

y lo bosquejara otra vez 

y viese que está bien la obra, 

pero se diese un día, dos días, 

seis días más hasta que de pronto 

se comprende que ya está acabado. 

Entonces es cuando se produce 

el chasquido, 

todo lo demás no importa. 

No importa el vértigo, 

ni la fiebre, 

el tiempo severo, 

el arcano y el  inmisericorde. 

Importa Dios en su secreta atalaya, 

en su imposible distancia, 

Dios deshecho y vuelto a hacer 

a conveniencia del poeta, 

que es quien al final conoce 

la trama primera y la última,

modela el universo, lo agita 

y a ciegas, como aquel 

sin ojos y de manos precursoras, 

cincela, forja, expande. 

Está el poeta 

en el centro exacto del numen. 

El frío es el abismo, 

el frío es una llama inversa, 

un fuego ensimismado. 

El frío es metafísico.

El frío es un diccionario 

oscuro y profundo.

Las palabras se escriben solas, 

cruzan solas el páramo, 

se ahondan solas. 

Escribe uno con las palabras 

que no le pertenecen, 

como si otro escribiera. 

Es un poema de otro, 

no le pertenece. 

De nadie y de todos. 

Como un paisaje. 

Los paisajes no tienen 

quien los posea. 

Dios en la altura 

bendice los paisajes, 

pero las palabras 

están huérfanas. 

El frío es clausura. 

avanzando como un cáncer, 

como plaga del antiguo testamento. 

El frío es una república de lobos. 

El frío es un festín lírico. 

El frío es mi padre 

yendo de su corazón a su cabeza, 

aunque no sepamos 

las palabras con las que se cuenta 

el mundo, 

y no sepa que afuera es diciembre 

y el frío lo ocupa todo. 

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