19.12.22

353/365 Andrés Sánchez Robayna


Tensa la noche como una hendidura, todo lo que arde en ella es lengua con la que te nombro. Somos la delicada ocupación del verano. El mar convoca una lentitud de árboles que no conocen el oleaje ni los naufragios. Teme al barro y al sol extendido como una cúpula de ángeles que tienen el mirar de los niños. Todo ocurre con la elocuencia del azul cuando las nubes se desploman sin tiento sobre las aguas. Fluir es lo más parecido a no pensar. Pensar es una manera de desdecirse. Un jardín es la inminencia de un paraíso. Un paraíso es la constatación de un fracaso. Salí con la voz tomada por las piedras, subí a un risco alto desde el que contemplar los fuegos. Era sed el mundo y yo pronunciaba las últimas palabras de los pájaros. La luz no es una medida, sino su estancia solamente, escucho al poeta desde lejos. Será un fulgor o lo que el fulgor abandona cuando cerramos los ojos y una permanencia de ceniza es estrago y fiebre, umbral de todo lo que todavía no ha irrumpido en el poema. 


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