9.2.07

TETSUO - THE IRON MAN : "... del cielo te caen los clavos"






Hay cosas que uno entiende, pero que le fascinan. La religión es lo inaprehensible razonado. Bertrand Russell decía que la fe era la inteligencia chantajeada o el sentido comun secuestrado. Bajo ese estricto contexto, Tetsuo es una rara avis dentro del cine que uno pueda ver y no se parece en nada a ninguna otra película, aunque comparta idénticos patrones y un bastante similar sentido del espectáculo grotesco y del guignol fascinante de todos los radicalismos.

Tetsuo es radical: o gusta mucho o repele bárbaramente. Yo zozobro entre la repulsión y esa extraña afinidad al consentir la idea de que, no siendo mala, la propuesta es alucinante, fantástica, tremebunda y grandilocuente como una montaña rusa en la cresta de un tsunami.

Los japoneses van un poco a contrapelo del cine occidental y es éste último, ya más cansado de buscar y no hallar modelos nuevos de explotación, el que busca en su iconografía particular tendencias novedosas que mostrar al público europeo o al americano. Ahí tenemos a Scorsese y su Infiltrados, que es una lectura neoyorkina y nicholsiana de un producto de Hong Kong del que no hubiésemos tenido excesivos noticias si Scorsese no hubiese visto chispa en sus fotogramas. Hong-Kong no es Japón, pero Asia es Asia.

Tetsuo es delicadamente anormal: fragmentaria, revolucionaria en su planteamiento-nudo-desenlace y, a lo David Lynch, perturbadora y adictiva. Nunca he usado el adjetivo "agradable" porque Tetsuo no es un pastelito para la sobremesa después de un solomillo al roquefort con un buen rioja. Parece un batido experimental de manga, Iron Maiden y tornillos psicodélicos.








El fetichista del metal no es plato degustable, aunque hemos visto a personajes de Scorsese realizar brutalidades parecidas. Hasta el atormentado cerebro de Lynch, ya citado, nos regala martirios y aberraciones que no desentonan en este artefacto incontrolado y tóxico.

Lo primero que llama la atención es ese blanco y negro sucio y una muy particular forma de contar la historia: no hay casi diálogo, una música estridente nos acongoja ( literalmente ) y los personajes parecen fantasmas, espectros acelerados, mínimas entidades vitales movidas por el capricho de algún dios rudimentario y cabroncete que les infringe mil dolores pequeños y algún tormento gigantesco para no acostumbrarlo a banalidades.

Este hombre que se mete metal en el cuerpo como el que saborea un pastel de manzana es el icono de la depravación moral del hombre o no es nada de esto y tan sólo estamos asistiendo, perplejos, alucinados también, a nuevos modelos de procurarnos placer ya que los que tenemos ( el sexo natural, con sus espasmos y sus calambres ) van menguando su capacidad de satisfacernos. O es que los japoneses multitecnificados, hipermotivados por la ruidosa revolución de las máquinas, han erigido al metal en su dios fundamental y ofrecen estos sacrificios para contentarlo igual que los mayas de Gibson extraían corazones del pueblo para darle gustito a sus deidades cósmicas.

No frivolizo con esa violencia gratuita: es detestable el abuso, la moda reciente de inventar nuevos lenguajes para hablar sobre la violencia, que es antigua y ha despertado el interés de todas las generaciones de seres humanos que sobre este perro mundo han sido, pero Tetsuo, el hombre de hierro, vale para quien necesite escaparse durante un rato ( dura una hora ) de todas las convenciones narrativas y discursivas del cine clásico ( que va de Sed de mal a Bambi ) y desee ( y debe desearlo de corazón porque si no es así va a salir tocado del experimento ) ir más allá, bucear en territorios no hollados.

Vi en mi videoclub que hay un Tetsuo II: el cuerpo del martillo. No voy a descubrirla: puede que me pierde algo grande. Mi ración de espanto anual está cubierta. Shinya Tsukamoto no va a ser mi director favorito, pero se va a convertir en el atormentado favorito de mi lista de atormentados ( Lynch, Lynch, Lynch, ya no estás solo ).

Esta mescolanza de lo biológico con lo metálico, esta hibridación anti-natura da un poema metalúrgico, el primero de la Historia del Cine. Cyberpunk para terminar un siglo.Tornillos, mutilaciones, taladros en sinfónica comandita para revolver el estómago inocente. ¿ merece la pena ? En cierto modo, por supuesto, aunque después de esta ingesta masiva de truculencias sensoriales cabe la posibilidad de sacar de la estantería de casa el dvd de Titanic y dejarnos llevar por el melifluo canto de sirenas de su tragedia.




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