Pocas novedades trae recientemente el cine de terror como para echar campanas al vuelo por el anuncio de otro producto crecido al amparo de la influencia nipona y pertrechado de todos los tópicos del género: sin que falte ninguno.
Pulse no es mala de solemnidad. Tampoco es buena. Y mediocre será un adjetivo que igual le viene largo cuando uno ha salido del cine y piensa en frío qué timo le han soltado.
No está mal hecha, sin estar bien facturada. No tiene un guión de campanillas por mucho que el cartel entusiasme por lo bizarro de la imagen y la idea de agobio metafísico.
Los actores no son brillantes. Tampoco malos. Mediocres es un adjetivo que igual les viene largos cuando uno ha salido del cine y piensa en frío bla bla bla.
La inclusión de una amenaza cibernética da un punto de novedad que se viene inmediatamente abajo cuando el director ( es posible que no tenga ni idea del nombre y de que no tenga ningún empeño en enterarme ) se lanza de lleno a desarrollar su historia, que es corta, que podía dar de sí caso de que a otro le hubiese caído la tarea de dirigirla. ¿ Wes Craven, Christophe Gans, todavía encantado con los sustos de Silent Hill ?En fin.
Cine entretenido ( ahí no hay discusión ) que se olvida con presteza. De todo tiene que haber en la viña del Señor. Dan ganas luego ( eso sí ) de compensar el error con alguna cinta de más enjundia, de esas que se pegan a los sentidos durantes varios días y que no nos abandonan. Apocalypto, para este escribiente, este año. O El laberinto del fauno, por nombrar un producto cuasinacional. Y en cine de toda la vida Jezabel de William Wyler, pero esto es lo bueno ( lo estupendo, lo maravilloso ) que tiene este vicio nuestro: poder resarcirnos de amores perdidos con amores antiguos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario