23.2.07

JUEGOS SECRETOS : Pecados de barrio






Las turbulencias emocionales de los plácidos y burgueses barrios residenciales de los Estados Unidos han ocupado numerosos films. Todos escarban en las mismas patologías: matrimonios apáticos que buscan aire en aventuras nuevas, obsesos sexuales ocultos bajo fachadas respetables, adolescentes abocados a una edad adulta calcada a la de sus progenitores....Éste abunda en ese rico material narrativo, pero se queda a medias por la tibieza de sus conclusiones. Todo lo que en una soberbia primera media hora apunta hacia alturas dramáticas apreciables deviene luego en efervescente y aleccionador ejercicio de contención, donde se adelgazan los modelos descritos a meros clichés, a formas del estereotipo más trillado.

Antes de que esto ocurra, antes de que desconectemos el interés, hay un álbum portentoso de frustraciones y de miedos, de personajes esquilmados por la rutina que viven a distancia la felicidad y nunca se atreven a encarar el riesgo para dar un poco de vida a sus desencantados días.
El pedófilo recién excarcelado que regresa a su barrio y no oculta su desviación, las amas de casa salidas que retozan en el banco del parque con un ojo puesto en sus hijos y un apuesto papá entreteniéndoles el otro, el expolicía desequilibrado cuyo trabajo es hostigar al pervertido y, sobre todo, la historia de amor adúltero de Brad ( Patrick Wilson ) y Sarah ( Kate Winslet ) a la que hace referencia el inconveniente título español ( en inglés encontramos un más conforme a la trama Little Children ), que ocupa mucho de este excesivo metraje, pero acaba convertida en una abusiva ( aunque bien fotografiada ) refriega carnal a escondidas de los hijos.
Sarah no es la Emma Bovary que se cree: su halo de fatalidad es distinto y sus maneras de ama de casa frustada por un matrimonio inexistente ( no hay una sola escena en la que ambos se manifiesten como tal salvo cuando el marido es pillado con las braguitas en su cara haciendo onanismo digital ) también difieren del personaje de Flaubert..
Brad es un fracasado, pendiente de contentar a su mujer y conseguir ya por fin su título de abogado y desbordado por su papel de padre responsable y encasillado en la rutina de lo que, a ojos de la sociedad en la que vive, es tarea de su esposa.
Juegos secretos entrega momentos de cine exquisito, bien filmado, estupendamente construido y de muy bella factura. La escena en la que el pedófilo entra en la piscina es, aparte de un homenaje indisimulado al Tiburón de Spielberg, un magnífico detalle de lo que Todd Field quiere contar, y que ya apuntó en la sobrevalorada En la habitación, la hipocresía de la comunidad, que defenestra al prójimo por mor de salvaguardar su estado de vida y la moralidad que lleva aparejada cuando a lo que asistimos es a una exhibición impúdica de los pecados que los laceran. En el fondo, Field incluso se atreve a dibujar el perfil de pedófilo de una manera más humana ( estupendo el actor Jackie Earle Haley ) para poner sobre la mesa el laberinto de emociones de quienes se arrogan el derecho a enjuiciar las ajenas. Es muy reveladora, en este plano de las cosas, la escena en la que el grupo de amas de casas amantes de la literatura se sientan a debatir Madame Bovary cuando sabemos ( quizá lo saben todas ) que Sarah es Emma y que a quien están evaluando es a ella misma.
La película se resiente por la poca finura a la hora de dibujar el retrato conyugal de los dos matrimonios: no existe una visión nítida de lo que están padeciendo. Las leves gotas de información que se nos dan no bastan. Field no es el director avezado que quisiera el film para explicar mucha con los mínimos elementos. Con todo, no desbarata lo que ahora ya se anuncia como una voz a escuchar en el cine norteamericano.
Estos personajes sonámbulos, que deambulan un barrio de porches verdes y de plácido bienestar, afirman su poca madurez para que pueda depositarse en sus hombros la difícil tarea de educar a sus hijos. Ninguno se preocupa de eso. Al final, una serie de calamidades que ahora no es preciso desvelar conducen a que todos reconduzcan su vértigo, su inercia a tirar una vida por la borda por querer aspirar a ser más felices o, expresado más convenientemente, a buscar la felicidad en otro sitio porque en el que viven no la han encontrado.
Una voz en off impostada y falsa incomoda en exceso, pero tampoco Field abusa de ella. Los problemas del doblaje hispano hacen que imaginemos a Kevin Costner detrás de la voz. Me prometí, en ese momento, cuando sea posible, volver a aquella costumbre mía de ver cine original con sus subtítulos, pero esa es otra historia...
De un tono más indie que la superior American Beauty ( cuyo guión daba mucho más de sí ), Juegos secretos es una propuesta estupenda para ir al cine, pero no para salir como unas castañuelas ni para prometernos volver a verla pasado un tiempo prudencial.
Todos los premios de la película ( pasados y futuros ) aquí







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