30.3.25

La realidad de la ficción

 A mí me gusta mucho Vila-Matas. Hasta cuando no me gusta, en esos valles de mansa medianía, me parece un escritor admirable, un urdidor de ficciones portentoso, alguien dotado de un músculo narrativo único. F.C. me dijo: es un escritor de escritores, más que de lectores.  Publica en estos días "Canon de cámara oscura". En una entrevista sostiene que anhela crear una novela sin trama, en la que se mezclen todos los géneros. Qué bien propósito. Escribir a ciegas, sin conciencia del lugar al que nos dirigimos. Porque somos dos, al menos en mi caso: el yo que no tiene necesidad alguna de leer o de escribir y el yo determinado a esas dos actividades con absoluto arrojo. Ha sucedido ya que ambas entidades (parezco un alien o un fantasma) son indistinguibles. Hace Vila-Matas artefactos metaliterarios, es decir, escribe sobre la escritura. Creo que no se precisa esa voluntad: ella irrumpe, arrima su decir ontológico. Me agrada pensar que la novela es una extensión de la vida. No creo haber sido original. Muchas de las que he leído han creado en mí la perdurable sensación de que la realidad es indistinguible de la ficción. Que ambas se anudan o se ensamblan o una se guarece en la otra y se confunden. Que sea el mismo el cuerpo inventado que el real. Los dos vez lo sean, qué sabremos de eso. Leer timonea esa pesquisa dilucidatoria. Hay días en que, si leo poco, creo que vivo menos. Y la realidad, aun vasta, queda corta, y la ficción, infinita, me asiste en gozo, me da cobijo. 



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