9.3.25

Inventario provisional, 1994


 Oh, madre, cómo vencer la vieja luz de los jardines, abril, la anuencia tosca del cuerpo, Lázaro tan distinto cada día. 

*

Cómo arden las palabras, en qué imposible cuenco, qué labios beberán también tu nombre.

*

La ceniza es la sangre taponando las horas. Tengo en mi habitación un cristo al desclavo todos los días. Pasillo abajo, lo veo andar, se desentumece, carraspea, llega a la cocina y me prepara un café. Meditamos los dos mientras lo tomo. Le digo que no hay nadie que me desclave y haga posible el cielo. 

 *

Es difícil creerse que la cuna de Sara es un trapecio en donde todos los sueños del mundo danzan y a lo loco maniobran en la dulzura del aire, en la comisión frágil de las horas, pero juro que es cierto. 


(De un libro de poemas que no vio la luz y guardo. Pone: septiembre de 1994. Mi hija acababa de nacer. Yo era un padre que quería confiar a la poesía la bondad de la paternidad, la dicha de la vida. Hoy temprano lo encontré en una libreta. Tengo que tener once libros de poemas por ahí. Quizá sean trece, cien. Todos son provisionales, todos son inventarios movedizos, pequeñas comparecencias de la ilusión de ser poeta. Uno de esos textos, ni poemas eran, nombraba a mi madre. Hoy cumple 88) 


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