21.3.25

5 industriosas hormigas

 


Camarada Fernando Oliva, un día acabaremos viéndonos en la cubierta blanco y negro del Potémkin. Un acceso de sentimentalismo nos arruinará todas las conversaciones preparadas. Las mías en un cuadernito rojo, las tuyas en uno arcoiris. Tiraremos los cuadernitos al mar de Barents. Brindaremos con vodka del bueno una vez, varias veces. Escribiremos una novela de cinco minutos cuando estemos bien ebrios, la leeremos en ruso, camarada Fernando Oliva, la leeremos con polifónico arrojo declamatorio y todos los niños de Odessa sabrán de los primores del maximalismo.

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Bellísima  pastora, esto te digo: en un día limpio surgió de improviso la palabra, no se tiene registro de cuál fue, no hay constancia, podría ser azul por la bóveda del cielo o la anchurosa línea del mar, pero también sangre o blanco o dolor. Las palabras concurren con antojadiza alharaca y no tienen pudor ni memoria. 

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Mi voz es pasto del musgo.

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El aire tiene su arquitectura, su gesto de huérfano. 

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El lunar que tienes, cielito lindo, junto a la boca no es un asunto poético, no me pidas que le escriba un soneto. He pensado, no obstante,  en tu pezón izquierdo, en el derecho, en los dos mirándome, bizqueando, he pensado en qué podría ocupar el estro poético, si en el pezón estrábico o en el lunar sin mella.

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