29.3.25

El día de la armonía

 Hay personas a las que nada más conocer se les concede la más alta estima. Se festeja esa concesión festiva, hasta se alardea de ella a terceros, por el placer de expresarla, sin que se busque confirmación ajena ni aplauso. Por expresar un estado del corazón. También sucede a la inversa y es el impresentable el que conoces, y callas para que no prospere el malestar que te causó. Se prefiere no caer en ese regalo, el de duplicar lo molesto, no difundiendo nada de cuanto supimos, ni dando vuelo a quien te perturbó. Es más sano hablar de la bondad, hacer alarde de los que nos agradaron, evitar en lo posible dedicar tiempo a difundir el lado dañino. Así el mal no tiene recorrido, no hacemos de transmisor de su discurso enfermo. Hasta sienta bien hablar únicamente de lo bueno. Nota uno que respira mejor. Aprecia el aire dulce. Se sonríe a lo bobo, no teniendo noticia fiable de la causa de nuestra repentina alegría, pero convencido de que le ha sido confiado una noticia preciosa, una especie de confidencia que nos enriquece.La bondad debe incluso hacernos más longevos. Damos los buenos días a los demás con agrado porque una parte de ese saludo la guardamos nosotros y nos conforta. Nos damos los buenos días a nosotros mismos.  Cedemos el paso o damos las gracias en la absoluta convicción de que somos nosotros los agasajados, los invitados al festín de las buenas maneras. De las otras nada queremos saber, no nos conciernen, se las deberían desoír, no darles ni crédito ni asiento. Cuanto más se repiten, más verdad poseen; si se omiten, cuando se silencian, se les cancela la posibilidad de que se explaye su mensaje (se viralice, dicen ahora). 

No siempre puede uno cumplir esta condición. Hay veces que nos sobrepasa la mala educación ajena, la que en ocasiones también es nuestra. Caemos en lo que criticamos, se da con infortunada frecuencia esa circunstancia no buscada, ni alentada. Cuenta la concurrencia favorable, de la que nos abastecemos, con la que se avitualla el alma. En estos tiempos de zozobra espiritual (no es religiosa mi observación) deberían prestigiarse las buenas formas. Ellas nos salvarán de la barbarie y de todas sus malas franquicias cotidianas. Ellas harán que no proliferen los odios. En ellas depositamos la esperanza, que es un trasunto de la felicidad. El día de hoy es festivo, es el día de las buenas maneras, el día de la confianza en la esperanza, que también es una extensión de la armonía. Así he querido que sea. Se emplea poco la palabra armonía. Hoy es el día de la armonía. No voy a nombrar a Trump o a Musk o a Putin o a todos los adalides de la mala educación. Si fuera únicamente eso. Hace tiempo que me he encomendado la tarea de escribir sobre lo que me gusta. Por eso ayer por la mañana, yendo al colegio, le dije buenos días a una señora mayor que se me cruzó. Ella se paró, me miró como el que mira a un hijo y sonrío como si le hubiese alegrado el día. Fue a mí a quien se lo alegró. 

No hay comentarios:

La virgen blanca

 No sé si es respeto lo que le tengo a a la página en blanco. Lo único que temo es no dar con qué ocuparla. Las muchas veces en que he franq...