21.2.08

En campaña

La altura insoportable de la política genera vértigos vitalicios. Si uno abraza causas imposibles y promete la resurrección de la alegría, luego debe contratar un ejército de payasos y apostarlos en las calles. O si uno promete reforestar España debe tener una saca aturdida de semillas y un equipo de campo que sea hábil cuadriculando el país, no vaya a ser que se abone dos veces la misma fanega. Cuando la realidad impone su criterio (más tarde o más temprano es esto lo que suele pasar) el político que fundamentó su candidatura sobre la ilusión debe luego apencar con los efectos secundarios de esas promesas tan etéreas, tan escasamente aplicables a cosas terrenas, cuantificables. En esto consiste la política: en contribuir tal vez al bienestar público a través de la forja de una ilusión. Algo así como la religión, pero desafectada de metáforas, limpiada de épica y ajena al romo esplendor de los sacrificios.
Cuando la casualidad se repite le ponemos el nombre de rutina, pero sólo es eso, azar repetido. Lo que se vende en política no es humo sino oro, pero lo reducen a humo con sus empeños domésticos o con sus intereses faraónicos (inglés desde la temprana cuna, árboles que alfombren el imperio, web 2.0 para todo hijo de vecino). Ni siquiera la creencia de que se está cumpliendo con escrupuloso coraje el programa electoral satisface al pueblo, que pide siempre un extra de cumplimiento. El que ejerce la política vendría a ser, en una hipotésis interesadamente exagerada, una especie de elegido - nunca mejor definido -, cuya mayor virtud consistiría en seducir y en sostener la seducción una vez que el objeto de su tarea ha caído en la hipnosis de la militancia. Alegría, ilusión, esperanza.

2 comentarios:

M.I. dijo...

¡Hola, Emilio!
Me ha gustado mucho tu crítica de "No es país para viejos". La verdad es que todas tus críticas (aun no estando de acuerdo contigo) me parecen una lección para el resto de los críticos (al menos, lo son para mí).
Sé que estás muy ocupado últimamente, ya ni se te ve por Muchocine, pero si tienes un ratito, me gustaría que leyeras unas opiniones que Orson Welles hizo de otros cineastas de su época, para que me digas lo que piensas sobre ellas. Están en mi blog. Allí te espero. Un beso.

Anónimo dijo...

Ok. Pasa que últimamente no veo mucho cine. Por eso tengo muchocine (!!!!) un poco abandonado. Voy a tu página esta misma tarde. Un abrazo. Mis críticas distan de ser "lección". Están escritos desde el corazón. Áhí no se enseña nada. GRacias de todas formas.

Prontuario de inocentes (César Rodríguez de Sepúlveda y Emilio Calvo de Mora)

  El entusiasmo infantil muere al morir la inocencia. El niño permanece mientras ignora las reglas del juego. ******** El inocente ignora la...